[31.01.08]
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JUAN GELMAN Y LA NUEVA POESÍA HISPANOAMERICANA
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JUAN GELMAN Y LA NUEVA POESÍA HISPANOAMERICANA
Miguel Correa Mujica
La poesía latinoamericana experimentó una profunda transformación a partir de la segunda mitad del siglo XX. Tan radicales fueron esos cambios que podemos hablar de una renovación no sólo del concepto de poesía sino hasta de su propósito y sus formas. Juan Gelman es uno de los exponentes más tempranos de esa poesía renovada, o como la crítica ha convenido en llamarla, nueva poesía. También intentaremos explicar la evolución del modelo nerudiano de poesía hacia el de la nueva poesía, con características y valores propios.
El universo poético de Pablo Neruda
Hemos considerado importante comenzar por tratar de definir los conceptos que de poesía y de poeta sustentaba Pablo Neruda. Estos ayudan a explicar, en gran medida, la esencia de toda su obra poética en tanto producción canónica, pero además arroja luz sobre lo que toda una época entendía por tales conceptos. En su libro Fundadores de la nueva poesía latinoamericana, Saúl Yurkievich emite una definición de Pablo Neruda que, a pesar de su tono un tanto metafórico, nos ha parecido útil para intentar abordar y esclarecer el mundo poético del escritor chileno. Nos dice Yurkievich:
La confusa absorción del cosmos, ese dinamismo arremolinado, ese torbellino de fuerzas en continua mutación constituyen la intuición fundamental de Neruda, una intuición oscura que nos retrotrae a una modalidad preformal de la materia, a lo larval, a lo germinal, a la polución de vida primigenia, a la nebulosa originaria.(...) Para Neruda la poesía es una misteriosa transferencia natural, un efluvio proveniente de abajo, de un núcleo de energía radiante del cual el poeta actúa como intermediario (...) (bastardillas nuestras) (166)
Guillermo Sucre también intenta definir a Pablo Neruda en su libro La máscara, la transparencia, pero a partir de los textos poéticos nerudianos. Nos dice Sucre al respecto: "(Neruda) es un poeta densamente terrestre, cuya visión parece surgir de una oscuridad primordial" (338). Esa oscuridad primordial de Guillermo Sucre se asemeja mucho a la nebulosa originaria de Yurkievich. Ambos críticos coinciden en que Neruda concebía los orígenes de la poesía (y los del poeta) casi como una condición metafísica, llegada desde otra dimensión, engendrada en un plano sobrehumano, en un Más Allá místico, muy cercano a lo divino, a lo inalcanzable. Podemos decir que en esta medida compartía con Vicente Huidobro ese concepto misterioso y secreto que debía sustentar la poesía. Huidobro se consideraba, en tanto poeta, como una especie "de pequeño dios". Su Altazor es una muestra inequívoca de los orígenes esotéricos que el poeta sospechaba tener.
Estamos de acuerdo tanto con la definición de Saúl Yurkievich como con la de Guillermo Sucre en lo esencial: Neruda consideraba que el poeta era una especie de médium con la capacidad de recoger ciertos mensajes o códigos que de la naturaleza —o del universo— emanaban. El poeta, no cualquier ser humano, era el ente seleccionado para descodificar esos mensajes. De ese modo de concebir el fenómeno poético se desprende que para Neruda ser poeta no es simplemente una vocación, ni siquiera un talento, sino más bien una suerte de predestinación inapelable y grandiosa: el poeta era escogido por la providencia, por los dioses o la divinidad para recibir, en calidad de antena o receptáculo, los mensajes trascendentales del universo. De ahí la fuerza, el empuje, la redoblada fe de y en su poesía. Sospechamos que de esta forma de entender lo poético deviene, en gran medida, la creencia de Neruda en la poesía como entidad capaz de transformar la sociedad y por consiguiente, el mundo.
Si la poesía tiene orígenes divinos, esotéricos y poderosos, entonces ella ha de poder cambiar la sociedad organizada en el mundo físico, lugar tan lleno de desigualdades, injusticias y dolor. Es comprensible entonces que la poesía de Neruda haya agregado el capítulo socio-político a su agenda. Esta adición se avino perfectamente con el momento histórico por el que atravesaba el mundo de la época: hacia finales de la década de los 50 triunfa una revolución de porte socialista en Cuba; en los 60, los norteamericanos invaden nuevamente la República Dominicana; estalla el movimiento hippie en las democracias occidentales y los poetas beatnik en los Estados Unidos (Allen Ginsberg y Gregory Corso, entre otros) ensayan nuevas y revolucionarias formas en la poesía norteamericana. La poesía de Neruda se movía a sus anchas en la convulsión de los tiempos.
Un canto generalmente canónico
Nos dice Olivio Jiménez en la Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea que el estallido y desarrollo de la guerra civil española, de la que Neruda fue un testigo presencial, marcó el inicio de otra de las etapas nerudianas: de esta experiencia resultará una poesía que hará una especie de praxis entre la poesía tradicional y la militante. Nos dice textualmente Olivio Jiménez: “De esta conversión, poética y política, (se adherirá después al partido comunista), surge una poesía de aliento épico, ideológicamente comprometida, teñida de consignas, aunque dignificada por su gran amor a España, a América, al hombre universal. Canto General es el libro más importante de esta zona” (bastardillas nuestras) (298-99).
La poesía que recibió el mundo en Canto general era una poesía comprometida con las causas del socialismo. Pero circunscribir a Neruda dentro de parámetros tan fijos e inapelables como los socialistas sería limitarlo enormemente. Porque ese compromiso no lo puso en función única y exclusivamente de la defensa partidista de los enunciados básicos del socialismo sino también a favor de toda una filosofía ontológica que resaltaba la importancia del hombre. Observemos el tono de ese poemario clave, Canto general, del cual hemos escogido un fragmento perteneciente al poema "Alturas de Machu Picchu", poema que por sí sólo ha hecho una verdadera carrera triunfal y que aparece incluido en la Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea de Olivio Jiménez:
XII
La poesía latinoamericana experimentó una profunda transformación a partir de la segunda mitad del siglo XX. Tan radicales fueron esos cambios que podemos hablar de una renovación no sólo del concepto de poesía sino hasta de su propósito y sus formas. Juan Gelman es uno de los exponentes más tempranos de esa poesía renovada, o como la crítica ha convenido en llamarla, nueva poesía. También intentaremos explicar la evolución del modelo nerudiano de poesía hacia el de la nueva poesía, con características y valores propios.
El universo poético de Pablo Neruda
Hemos considerado importante comenzar por tratar de definir los conceptos que de poesía y de poeta sustentaba Pablo Neruda. Estos ayudan a explicar, en gran medida, la esencia de toda su obra poética en tanto producción canónica, pero además arroja luz sobre lo que toda una época entendía por tales conceptos. En su libro Fundadores de la nueva poesía latinoamericana, Saúl Yurkievich emite una definición de Pablo Neruda que, a pesar de su tono un tanto metafórico, nos ha parecido útil para intentar abordar y esclarecer el mundo poético del escritor chileno. Nos dice Yurkievich:
La confusa absorción del cosmos, ese dinamismo arremolinado, ese torbellino de fuerzas en continua mutación constituyen la intuición fundamental de Neruda, una intuición oscura que nos retrotrae a una modalidad preformal de la materia, a lo larval, a lo germinal, a la polución de vida primigenia, a la nebulosa originaria.(...) Para Neruda la poesía es una misteriosa transferencia natural, un efluvio proveniente de abajo, de un núcleo de energía radiante del cual el poeta actúa como intermediario (...) (bastardillas nuestras) (166)
Guillermo Sucre también intenta definir a Pablo Neruda en su libro La máscara, la transparencia, pero a partir de los textos poéticos nerudianos. Nos dice Sucre al respecto: "(Neruda) es un poeta densamente terrestre, cuya visión parece surgir de una oscuridad primordial" (338). Esa oscuridad primordial de Guillermo Sucre se asemeja mucho a la nebulosa originaria de Yurkievich. Ambos críticos coinciden en que Neruda concebía los orígenes de la poesía (y los del poeta) casi como una condición metafísica, llegada desde otra dimensión, engendrada en un plano sobrehumano, en un Más Allá místico, muy cercano a lo divino, a lo inalcanzable. Podemos decir que en esta medida compartía con Vicente Huidobro ese concepto misterioso y secreto que debía sustentar la poesía. Huidobro se consideraba, en tanto poeta, como una especie "de pequeño dios". Su Altazor es una muestra inequívoca de los orígenes esotéricos que el poeta sospechaba tener.
Estamos de acuerdo tanto con la definición de Saúl Yurkievich como con la de Guillermo Sucre en lo esencial: Neruda consideraba que el poeta era una especie de médium con la capacidad de recoger ciertos mensajes o códigos que de la naturaleza —o del universo— emanaban. El poeta, no cualquier ser humano, era el ente seleccionado para descodificar esos mensajes. De ese modo de concebir el fenómeno poético se desprende que para Neruda ser poeta no es simplemente una vocación, ni siquiera un talento, sino más bien una suerte de predestinación inapelable y grandiosa: el poeta era escogido por la providencia, por los dioses o la divinidad para recibir, en calidad de antena o receptáculo, los mensajes trascendentales del universo. De ahí la fuerza, el empuje, la redoblada fe de y en su poesía. Sospechamos que de esta forma de entender lo poético deviene, en gran medida, la creencia de Neruda en la poesía como entidad capaz de transformar la sociedad y por consiguiente, el mundo.
Si la poesía tiene orígenes divinos, esotéricos y poderosos, entonces ella ha de poder cambiar la sociedad organizada en el mundo físico, lugar tan lleno de desigualdades, injusticias y dolor. Es comprensible entonces que la poesía de Neruda haya agregado el capítulo socio-político a su agenda. Esta adición se avino perfectamente con el momento histórico por el que atravesaba el mundo de la época: hacia finales de la década de los 50 triunfa una revolución de porte socialista en Cuba; en los 60, los norteamericanos invaden nuevamente la República Dominicana; estalla el movimiento hippie en las democracias occidentales y los poetas beatnik en los Estados Unidos (Allen Ginsberg y Gregory Corso, entre otros) ensayan nuevas y revolucionarias formas en la poesía norteamericana. La poesía de Neruda se movía a sus anchas en la convulsión de los tiempos.
Un canto generalmente canónico
Nos dice Olivio Jiménez en la Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea que el estallido y desarrollo de la guerra civil española, de la que Neruda fue un testigo presencial, marcó el inicio de otra de las etapas nerudianas: de esta experiencia resultará una poesía que hará una especie de praxis entre la poesía tradicional y la militante. Nos dice textualmente Olivio Jiménez: “De esta conversión, poética y política, (se adherirá después al partido comunista), surge una poesía de aliento épico, ideológicamente comprometida, teñida de consignas, aunque dignificada por su gran amor a España, a América, al hombre universal. Canto General es el libro más importante de esta zona” (bastardillas nuestras) (298-99).
La poesía que recibió el mundo en Canto general era una poesía comprometida con las causas del socialismo. Pero circunscribir a Neruda dentro de parámetros tan fijos e inapelables como los socialistas sería limitarlo enormemente. Porque ese compromiso no lo puso en función única y exclusivamente de la defensa partidista de los enunciados básicos del socialismo sino también a favor de toda una filosofía ontológica que resaltaba la importancia del hombre. Observemos el tono de ese poemario clave, Canto general, del cual hemos escogido un fragmento perteneciente al poema "Alturas de Machu Picchu", poema que por sí sólo ha hecho una verdadera carrera triunfal y que aparece incluido en la Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea de Olivio Jiménez:
XII
Sube a nacer conmigo, hermano.
Dame la mano desde la profunda zona de tu lugar diseminado.
No volverás al fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados. (...) (313)
Ese fragmento es suficiente para darnos cuenta de la alianza de clases que le tiende el poeta a los desposeídos. Indiscutiblemente, la voz lírica de este poema es la del poeta hablando a las multitudes, a las clases sociales más empobrecidas. Nótese también cómo el poeta se ve a sí mismo en un plano elevado, superior, desde donde intentará rescatar a los de abajo, a los que están en la profunda zona, en el subsuelo, sin acceso a otras latitudes más equilibradas ni al elevado pedestal del poeta.
Devenir de Juan Gelman, el hombre
Es casi imposible hablar de la poesía de Juan Gelman sin referirse de alguna forma a su vida. Este es uno de esos hombres en que vida y actividad creadora van unidas, ambas forman una especie de alianza inseparable. También podría hablarse de una vida complementada por la literatura, y aún más, por la poesía: es en la página en blanco, en el poema, donde parece verdaderamente residir la actividad política, social e intelectual del poeta argentino. El ingreso de Gelman en la literatura se puede fijar con alguna exactitud: la década de los 50, cuando el joven poeta se asoció con otros jóvenes alrededor de la revista "Muchachos". A mitad de la década funda, con David Alvares Morgade, el grupo literario El Pan Duro, cuyos miembros abogaban por una poesía ligada al accionar político. Gelman empieza a publicar en 1956. Su primer libro de poemas se tituló Violín y otras cuestiones.
El Pan Duro tiene su apogeo en una época políticamente convulsa: son los años del Mayo Francés, Tlatelolco, Viet Nam, Argelia, la Revolución cubana y la intervención norteamericana en Santo Domingo. Aunque la preocupación política de los miembros de El Pan Duro fue bastante heterogénea, es evidente que tuvieron entre sí muchos rasgos comunes: el rescate de los temas citadinos, el ritmo o cadencia tanguera, el uso prioritario de un lenguaje coloquial en poesía, el entronque de lo estético con lo político. En general podemos decir que la juventud de los años 60 se propuso conquistar un humanismo sin ataduras, sin prejuicios viciados, y en el intento dejaron una visible huella en la historia de Occidente. Juan Gelman formó parte de esa juventud inconforme y soñadora. Fue sin duda un joven de su tiempo, vibrando al centro de sus circunstancias, como hubiera dicho José Ortega y Gasset.
El discurso poético de Juan Gelman se distinguió desde el comienzo por un radicalismo avasallador. Era la suya una poesía peligrosamente atrevida en sus planteamientos más esenciales, una sentida inconformidad, una suerte de grito a todo pulmón, a pesar de las consecuencias que el gritar de ese modo podía acarrearle al autor. No es de extrañar que Gelman fuera a la cárcel por lo menos en dos ocasiones. También conocería, años más tarde, el exilio.
Ya en esa época —años 60— Gelman contaba con una voz y una estatura poética definida. Veamos lo que nos dice Jorge Boccanera al respecto en su libro Confiar en el misterio: “Si para algunos críticos la poesía de Gelman de ese tiempo no pasaba de cierto rescate de elementos populares y la revitalización de un argot ciudadano, hubo quienes arriesgaron un poco más al ubicarlo como uno de los representantes más destacados de las últimas promociones” (33).
No cabe duda que ya desde Violín y otras cuestiones venía inoculado el germen de la ruptura con la poesía precedente, de porte nerudiano y tendencia whitmaniana. La poesía de Gelman —y por extensión la del grupo El Pan Duro— subscribió temas que caían dentro de lo cotidiano, "con un lenguaje más cerca del habla que de la lengua, prosaísmo intencionado, simulación y parodia, elemento lírico con carga anecdótica, jadeo interrumpido por el relampagueo de las imágenes, metáforas trenzadas dentro de los límites de la paradoja" (Boccanera 35). Esta afirmación de Boccanera nos asiste en el intento por probar que el discurso gelmaniano se apartó desde sus comienzos del tradicional discurso nerudiano. La aparición de Gotán en 1963 es la confirmación de esa ruptura.
Gotán sale a la luz en un período histórico que frecuentemente se ha llamado neo-humanismo en literatura. En su ensayo "La poesía de Juan Gelman o la ternura desatada", Hugo Achugar interpreta el neo-humanismo de los años en que aparece Gotán de este modo: “Se venía a proponer un modo de ser, así en la poesía como en la vida social. Se trataba de transformar el mundo y no de transformar el mundo con la palabra. No alcanzaba con interpretar o expresar el mundo y la palabra, precisamente, era necesario transformar mundo y palabra” (bastardillas nuestras) (25).
No perdamos de vista el año en que apareció la edición príncipe de Gotán: 1963. No se habían disipado todavía las imágenes ardientes de las explosiones atómicas sobre el Japón, ni las de la guerra en Corea y Argelia; aún latía en el aire la proclamación del carácter socialista de la Revolución cubana. En literatura, seguía disuelto en el subconsciente colectivo el principio nerudiano de que la poesía podía cambiar el mundo.
Los poetas hispanoamericanos, conscientes de ello, también pretendían cambiar el mundo desde la poesía para lo que asumieron el principio nerudiano al que nos referimos, pero le agregaron otro ingrediente que también debía cambiar: la palabra. En su trabajo "La poesía de Juan Gelman o la ternura desatada", Hugo Achugar expone brillantemente en qué se diferencia esencialmente la poesía anterior de la nueva poesía hispanoamericana. Dada su importancia, citaremos al crítico en toda su extensión:
(...) la nueva poesía reclamaba un presente inédito. Gelman, pero también Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Roque Dalton, Antonio Cisneros, Benedetti, Fernández Retamar y otros muchos, comenzaban a apostar a una lírica de lo cotidiano, de lo histórico, y sobre todo, de lo social. (...) Apuesta que disputaba la hegemonía nerudiana de una lírica exuberante y rechazaba en Canto general y en Odas elementales lo que la retórica debía a su dicción anterior. Apuesta que rechazaba la poesía social de los treinta y de los cuarenta en lo que de explícito o de cartilla tenían; apuesta que encumbraba tanto al Vallejo de Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz como al de Trilce. Apuesta que se regodeaba con el Altazor de Huidobro pero buscaba atmósferas y espacios poéticos que hicieran bien común los nuevos territorios que la vanguardia había ganado con excelencia mediante la dificultad. (bastardillas nuestras) (27)
Queda claramente expuesto en lo arriba citado que la nueva poesía debía negar la poesía establecida para poder existir como tal, independiente, auténtica, precisamente para no convertirse en vieja poesía.
El proyecto político de Gelman, esto es la posibilidad de cambiar el mundo desde la literatura, (y en particular, desde la poesía) es muy similar al de Neruda: la gran diferencia radica en los modos con los que ese proyecto se tendría que ejecutar y a riesgo de qué. A diferencia de Neruda y Guillén, voceros empoltronados (dada la condición oficialista de ambos) y por lo mismo, fuera de todo peligro epocal, Gelman participa con vida y obra en el proyecto mismo. Gelman parece decirnos en Gotán que no sólo debe cambiar la sociedad, el mundo y hasta la poesía, sino que él, poeta y ser humano, se ha propuesto ese cambio desde su atalaya personal. Y en esto radica, a nuestro juicio, la gran diferencia entre la nueva y la vieja poesía: el poeta no cantará ya desde una confortable oficina acondicionada, ni desde la oficialidad, ni desde la condición de vaca sagrada (a propósito de esta última frase, con ella se conocerían más tarde esos intelectuales incólumes) sino desde la trinchera, desde la afrenta y el peligro. El nuevo poeta comparte las vicisitudes y tragedias de millones de almas, entre las cuales la suya figura como una más. El concepto del origen celestial (nerudiano) de poeta escogido por la divinidad se ha derrumbado estrepitosamente. El poeta es un individuo que padece, ama y muere frente al transcurrir de la Historia, obsesión ésta puesta al desnudo por otro de los poetas que integran la nueva poesía, el cubano Heberto Padilla.
Gotán: sobre el texto
Una lectura preliminar de este libro muestra enseguida que una voz diferente se viene apoderando del discurso poético. No son las metáforas perfectas de Canto general, ni siquiera el ritmo contaminante del Son, sino una especie de discurso cotidiano, enfurecido a ratos, tierno después, sarcástico y esperanzador a veces, con un toque de humor en alguna ocasión. Acerquémonos a uno de esos poemas que hemos seleccionado, al azar, de la sección "Final" de Gotán, al que Gelman no le da título aunque el índice lo recoge con el nombre de la sección, "Final" (43)
Ha muerto un hombre y están juntando su sangre en cucharitas,
Ese fragmento es suficiente para darnos cuenta de la alianza de clases que le tiende el poeta a los desposeídos. Indiscutiblemente, la voz lírica de este poema es la del poeta hablando a las multitudes, a las clases sociales más empobrecidas. Nótese también cómo el poeta se ve a sí mismo en un plano elevado, superior, desde donde intentará rescatar a los de abajo, a los que están en la profunda zona, en el subsuelo, sin acceso a otras latitudes más equilibradas ni al elevado pedestal del poeta.
Devenir de Juan Gelman, el hombre
Es casi imposible hablar de la poesía de Juan Gelman sin referirse de alguna forma a su vida. Este es uno de esos hombres en que vida y actividad creadora van unidas, ambas forman una especie de alianza inseparable. También podría hablarse de una vida complementada por la literatura, y aún más, por la poesía: es en la página en blanco, en el poema, donde parece verdaderamente residir la actividad política, social e intelectual del poeta argentino. El ingreso de Gelman en la literatura se puede fijar con alguna exactitud: la década de los 50, cuando el joven poeta se asoció con otros jóvenes alrededor de la revista "Muchachos". A mitad de la década funda, con David Alvares Morgade, el grupo literario El Pan Duro, cuyos miembros abogaban por una poesía ligada al accionar político. Gelman empieza a publicar en 1956. Su primer libro de poemas se tituló Violín y otras cuestiones.
El Pan Duro tiene su apogeo en una época políticamente convulsa: son los años del Mayo Francés, Tlatelolco, Viet Nam, Argelia, la Revolución cubana y la intervención norteamericana en Santo Domingo. Aunque la preocupación política de los miembros de El Pan Duro fue bastante heterogénea, es evidente que tuvieron entre sí muchos rasgos comunes: el rescate de los temas citadinos, el ritmo o cadencia tanguera, el uso prioritario de un lenguaje coloquial en poesía, el entronque de lo estético con lo político. En general podemos decir que la juventud de los años 60 se propuso conquistar un humanismo sin ataduras, sin prejuicios viciados, y en el intento dejaron una visible huella en la historia de Occidente. Juan Gelman formó parte de esa juventud inconforme y soñadora. Fue sin duda un joven de su tiempo, vibrando al centro de sus circunstancias, como hubiera dicho José Ortega y Gasset.
El discurso poético de Juan Gelman se distinguió desde el comienzo por un radicalismo avasallador. Era la suya una poesía peligrosamente atrevida en sus planteamientos más esenciales, una sentida inconformidad, una suerte de grito a todo pulmón, a pesar de las consecuencias que el gritar de ese modo podía acarrearle al autor. No es de extrañar que Gelman fuera a la cárcel por lo menos en dos ocasiones. También conocería, años más tarde, el exilio.
Ya en esa época —años 60— Gelman contaba con una voz y una estatura poética definida. Veamos lo que nos dice Jorge Boccanera al respecto en su libro Confiar en el misterio: “Si para algunos críticos la poesía de Gelman de ese tiempo no pasaba de cierto rescate de elementos populares y la revitalización de un argot ciudadano, hubo quienes arriesgaron un poco más al ubicarlo como uno de los representantes más destacados de las últimas promociones” (33).
No cabe duda que ya desde Violín y otras cuestiones venía inoculado el germen de la ruptura con la poesía precedente, de porte nerudiano y tendencia whitmaniana. La poesía de Gelman —y por extensión la del grupo El Pan Duro— subscribió temas que caían dentro de lo cotidiano, "con un lenguaje más cerca del habla que de la lengua, prosaísmo intencionado, simulación y parodia, elemento lírico con carga anecdótica, jadeo interrumpido por el relampagueo de las imágenes, metáforas trenzadas dentro de los límites de la paradoja" (Boccanera 35). Esta afirmación de Boccanera nos asiste en el intento por probar que el discurso gelmaniano se apartó desde sus comienzos del tradicional discurso nerudiano. La aparición de Gotán en 1963 es la confirmación de esa ruptura.
Gotán sale a la luz en un período histórico que frecuentemente se ha llamado neo-humanismo en literatura. En su ensayo "La poesía de Juan Gelman o la ternura desatada", Hugo Achugar interpreta el neo-humanismo de los años en que aparece Gotán de este modo: “Se venía a proponer un modo de ser, así en la poesía como en la vida social. Se trataba de transformar el mundo y no de transformar el mundo con la palabra. No alcanzaba con interpretar o expresar el mundo y la palabra, precisamente, era necesario transformar mundo y palabra” (bastardillas nuestras) (25).
No perdamos de vista el año en que apareció la edición príncipe de Gotán: 1963. No se habían disipado todavía las imágenes ardientes de las explosiones atómicas sobre el Japón, ni las de la guerra en Corea y Argelia; aún latía en el aire la proclamación del carácter socialista de la Revolución cubana. En literatura, seguía disuelto en el subconsciente colectivo el principio nerudiano de que la poesía podía cambiar el mundo.
Los poetas hispanoamericanos, conscientes de ello, también pretendían cambiar el mundo desde la poesía para lo que asumieron el principio nerudiano al que nos referimos, pero le agregaron otro ingrediente que también debía cambiar: la palabra. En su trabajo "La poesía de Juan Gelman o la ternura desatada", Hugo Achugar expone brillantemente en qué se diferencia esencialmente la poesía anterior de la nueva poesía hispanoamericana. Dada su importancia, citaremos al crítico en toda su extensión:
(...) la nueva poesía reclamaba un presente inédito. Gelman, pero también Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Roque Dalton, Antonio Cisneros, Benedetti, Fernández Retamar y otros muchos, comenzaban a apostar a una lírica de lo cotidiano, de lo histórico, y sobre todo, de lo social. (...) Apuesta que disputaba la hegemonía nerudiana de una lírica exuberante y rechazaba en Canto general y en Odas elementales lo que la retórica debía a su dicción anterior. Apuesta que rechazaba la poesía social de los treinta y de los cuarenta en lo que de explícito o de cartilla tenían; apuesta que encumbraba tanto al Vallejo de Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz como al de Trilce. Apuesta que se regodeaba con el Altazor de Huidobro pero buscaba atmósferas y espacios poéticos que hicieran bien común los nuevos territorios que la vanguardia había ganado con excelencia mediante la dificultad. (bastardillas nuestras) (27)
Queda claramente expuesto en lo arriba citado que la nueva poesía debía negar la poesía establecida para poder existir como tal, independiente, auténtica, precisamente para no convertirse en vieja poesía.
El proyecto político de Gelman, esto es la posibilidad de cambiar el mundo desde la literatura, (y en particular, desde la poesía) es muy similar al de Neruda: la gran diferencia radica en los modos con los que ese proyecto se tendría que ejecutar y a riesgo de qué. A diferencia de Neruda y Guillén, voceros empoltronados (dada la condición oficialista de ambos) y por lo mismo, fuera de todo peligro epocal, Gelman participa con vida y obra en el proyecto mismo. Gelman parece decirnos en Gotán que no sólo debe cambiar la sociedad, el mundo y hasta la poesía, sino que él, poeta y ser humano, se ha propuesto ese cambio desde su atalaya personal. Y en esto radica, a nuestro juicio, la gran diferencia entre la nueva y la vieja poesía: el poeta no cantará ya desde una confortable oficina acondicionada, ni desde la oficialidad, ni desde la condición de vaca sagrada (a propósito de esta última frase, con ella se conocerían más tarde esos intelectuales incólumes) sino desde la trinchera, desde la afrenta y el peligro. El nuevo poeta comparte las vicisitudes y tragedias de millones de almas, entre las cuales la suya figura como una más. El concepto del origen celestial (nerudiano) de poeta escogido por la divinidad se ha derrumbado estrepitosamente. El poeta es un individuo que padece, ama y muere frente al transcurrir de la Historia, obsesión ésta puesta al desnudo por otro de los poetas que integran la nueva poesía, el cubano Heberto Padilla.
Gotán: sobre el texto
Una lectura preliminar de este libro muestra enseguida que una voz diferente se viene apoderando del discurso poético. No son las metáforas perfectas de Canto general, ni siquiera el ritmo contaminante del Son, sino una especie de discurso cotidiano, enfurecido a ratos, tierno después, sarcástico y esperanzador a veces, con un toque de humor en alguna ocasión. Acerquémonos a uno de esos poemas que hemos seleccionado, al azar, de la sección "Final" de Gotán, al que Gelman no le da título aunque el índice lo recoge con el nombre de la sección, "Final" (43)
Ha muerto un hombre y están juntando su sangre en cucharitas,
querido juan, has muerto finalmente.
De nada te valieron tus pedazosmojados en ternura.
Cómo ha sido posibleque te fueras por un agujerito
Cómo ha sido posibleque te fueras por un agujerito
y nadie haya ponido el dedopara que te quedaras.
Se habrá comido toda la rabia del mundo
por antes de morir
Se habrá comido toda la rabia del mundo
por antes de morir
y después se quedaba triste triste
apoyado en sus huesos.
Ya te abajaron, hermanito,
Ya te abajaron, hermanito,
la tierra está temblando de ti.
Vigilemos a ver dónde brotan sus manosempujadas por su rabia inmortal.
Análisis
El poema ilustra todo lo arriba expuesto. El discurso poético es otro: las palabras que componen el poema son sumamente cotidianas, de extracción popular, luciendo una sintaxis y una gramática deliberadamente deficientes. El poema alude al asesinato de un hombre que es inmediatamente asociado con Juan. Los dos primeros versos se prestan a variadas interpretaciones, pero detengámonos por lo menos en dos. En primer lugar, el hecho de que haya muerto un hombre y que en el segundo verso ese hombre se identifique con Juan, nos hace pensar en el carácter simbólico del nombre en cuestión. Juan podría representar a cualquier hombre, a todos los hombres, pero también específicamente a Juan Gelman, el poeta. A este juicio se suma el hecho de que el nombre Juan sea de extrema cotidianidad en el mundo hispanoamericano. Juan es también el apóstol bíblico, asociación simbólica que abriría nuevos niveles interpretativos.
La voz lírica parece ser de género femenino; podría ser la de un familiar allegado, una hermana, biológica o de principios, tal vez una figura materna, una madre (a pesar de que en la última estrofa se refiera al hombre muerto como "hermanito"), acaso la Madre Patria, alguien no precisamente educado pero sí enormemente humanizado, omnipresente, alguien que de alguna forma ya vislumbraba el inevitable final. Incluso podría estarnos hablando el propio Juan Gelman. Pero, en todo caso, nos inclinamos por una voz lírica femenina, de una gran bondad, ternura y fortaleza. Su tono, levemente irónico, duro, estoico, protector y materno, encierra una protesta ante la tragedia (ante la injusticia) del hombre asesinado. Es interesante observar el uso de diminutivos en el poema: hermanito, cucharita, agujerito, términos que introducen la ternura del parlante, la cercanía emotiva, el dolor ante el crimen presenciado. Nos sorprende la pasividad condenatoria de esta voz lírica, con la que nos alerta de lo estéril de toda explicación razonable o legal a este hecho de sangre, a esta violación de la santidad que debe portar la vida humana. Gelman no pudo haber escogido otra voz lírica más idónea que ésta para comunicar su mensaje de frustración e impotencia. La voz lírica racionaliza la muerte que parece transcurrir frente a sus ojos. No hay aspavientos ni grandes conmociones: se trata indudablemente de una muerte esperada. Que la voz lírica pareciera conocer de antemano sobre la inevitable muerte de Juan nos hace meditar sobre el espacio literario donde transcurre el poema, espacio literario y geográfico al parecer pletórico de este tipo de actos criminales. El asesinato no ha sido el resultado de un acto disperso de violencia, sino de un crimen político: los dos últimos versos nos empujan hacia esa interpretación. Releámoslos:
Vigilemos a ver dónde brotan sus manosempujadas por su rabia inmortal.
En estos dos últimos versos sabemos más del hombre asesinado: la voz lírica sabe que sus manos, esto es, su vida, renacerá por alguna parte. Es una alusión simbólica a la inmortalidad de las ideas del asesinado, las que resurgirán cuando otros hombres sigan su ejemplo. La rabia inmortal pasa de Juan a la voz lírica, quien nos la inocula a todos nosotros.
El poema sólo se asoma a la realidad que le precede, pero no la aborda, no la transcribe, precisamente porque es innecesario hacerlo. Abordarla hubiese implicado disminuir la tensión del poema y su profundo impacto en el lector. Será ese lector el encargado de construir la realidad omitida a partir de escasos símbolos verbales diseminados por el poema, pero sobre todo a partir de sus experiencias personales como lector ubicado en una época. He aquí la función del lector en la nueva poesía: la de construir el poema con una interpretación mucho más extensa y exacta, y siempre desde su condición de cómplice.
Es menester señalar que el poeta también echa manos a varios interlocutores imaginarios en su discurso. El primer verso de la primera estrofa parece tener una función de cintillo noticioso que anuncia, en tercera persona, un crimen. En los versos subsiguientes de la primera estrofa y en los de la segunda, la voz lírica dialoga con el hombre asesinado, lo interpela en segunda persona del singular, confirmando con ello su cercanía emocional o espiritual con el asesinado. En la tercera estrofa, el interlocutor a quien se dirige la voz lírica cambia súbitamente a la tercera persona del singular: la voz lírica parece hablar para sí, pero también para todos nosotros, los lectores. En la última estrofa, la voz lírica se dirige nuevamente al hombre asesinado (en segunda persona), pero los dos versos finales no están dirigidos a él sino a nosotros. Son esos dos versos capitales los que cierran el poema y los que nos producen —a nosotros, los lectores— una violenta sacudida.
Otra posible interpretación, no por subjetiva menos interesante, podría ser desde la perspectiva de una premonición revelada o materializada en forma epistolar. El hecho de que haya muerto un hombre cuya sangre recogen "en cucharitas" y que a continuación aparezca, entre comas, la expresión "querido juan" sugiere la posibilidad de una carta. Sin embargo, nos inclinamos con mayor fervor hacia el punto de vista de la madre (patria, biológica o simbólica) dialogando con el cuerpo del hijo asesinado.
Por lo demás, añadiremos que el espacio literario donde se desarrolla el poema es absolutamente urbano, citadino, característica común a la nueva poesía. Es menester que así sea. J. G. Cobo Borda nos dice en el prólogo a su Antología de la poesía hispanoamericana que uno de los rasgos distintivos que asoma en la nueva poesía es precisamente el contexto en que se desenvuelve el poema y que prevalece en la mayoría de los temas: se trata de una poesía medularmente urbana. Nos dice el crítico: “toda la poesía latinoamericana del período 1960-1980, en términos amplios, se puede referir a esa dispersión irradiante que es la ciudad. Espacio propicio tanto para el amor (...) como para la tortura; para el redescubrimiento de la naturaleza, en la artificiosidad de los parques o en la creciente ola verde ecológica, como para el análisis de la propia conciencia, en la soledad a la cual se halla enfrentada”. (bastardillas nuestras) (46)
Es evidente que el asesinato al que el poema alude ha ocurrido en la ciudad, en ese espacio propicio tanto para el amor como para la tortura.
Tangos e intertextualidad
En Gotán, Gelman abraza la intertextualidad conjugando discursos y hasta distintos niveles expresivos dentro de un mismo discurso, en los que mezcla lo literario y lo ordinario, el cliché y la retórica del tango. En este libro, el autor se asiste del sentimentalismo del tango no tanto para escamotear su mensaje (aunque también se dedica a revelar y a esconder) sino precisamente para urdirlo, para construirlo a partir de un sistema de valores nacionalmente reconocido, aceptado y amado. El nombre del poemario está formado por las dos sílabas de la palabra tango al revés. Hugo Achugar nos dice en su ensayo "La poesía de Juan Gelman" que Gelman se asiste en su poesía de la ternura del tango para traspasar y asumir su realidad, ternura que el crítico califica de "sentimental y coqueta" (36). Esa ternura se convierte en recurso expresivo en la poesía de Gelman, dado que el tango es portador par excellence de toda una filosofía popular ante la existencia.
Detengámonos en el poema "Mi Buenos Aires querido", de Gotán, que muestra claramente la manipulación de esa ternura, así como el doble sentido de muchas frases insertadas en el formato del tango. El poema está recorrido por una gran ironía y por una atmósfera político-subversiva dadas a través de la intertextualidad discursiva:
Sentado al borde de una silla desfondada,
Análisis
El poema ilustra todo lo arriba expuesto. El discurso poético es otro: las palabras que componen el poema son sumamente cotidianas, de extracción popular, luciendo una sintaxis y una gramática deliberadamente deficientes. El poema alude al asesinato de un hombre que es inmediatamente asociado con Juan. Los dos primeros versos se prestan a variadas interpretaciones, pero detengámonos por lo menos en dos. En primer lugar, el hecho de que haya muerto un hombre y que en el segundo verso ese hombre se identifique con Juan, nos hace pensar en el carácter simbólico del nombre en cuestión. Juan podría representar a cualquier hombre, a todos los hombres, pero también específicamente a Juan Gelman, el poeta. A este juicio se suma el hecho de que el nombre Juan sea de extrema cotidianidad en el mundo hispanoamericano. Juan es también el apóstol bíblico, asociación simbólica que abriría nuevos niveles interpretativos.
La voz lírica parece ser de género femenino; podría ser la de un familiar allegado, una hermana, biológica o de principios, tal vez una figura materna, una madre (a pesar de que en la última estrofa se refiera al hombre muerto como "hermanito"), acaso la Madre Patria, alguien no precisamente educado pero sí enormemente humanizado, omnipresente, alguien que de alguna forma ya vislumbraba el inevitable final. Incluso podría estarnos hablando el propio Juan Gelman. Pero, en todo caso, nos inclinamos por una voz lírica femenina, de una gran bondad, ternura y fortaleza. Su tono, levemente irónico, duro, estoico, protector y materno, encierra una protesta ante la tragedia (ante la injusticia) del hombre asesinado. Es interesante observar el uso de diminutivos en el poema: hermanito, cucharita, agujerito, términos que introducen la ternura del parlante, la cercanía emotiva, el dolor ante el crimen presenciado. Nos sorprende la pasividad condenatoria de esta voz lírica, con la que nos alerta de lo estéril de toda explicación razonable o legal a este hecho de sangre, a esta violación de la santidad que debe portar la vida humana. Gelman no pudo haber escogido otra voz lírica más idónea que ésta para comunicar su mensaje de frustración e impotencia. La voz lírica racionaliza la muerte que parece transcurrir frente a sus ojos. No hay aspavientos ni grandes conmociones: se trata indudablemente de una muerte esperada. Que la voz lírica pareciera conocer de antemano sobre la inevitable muerte de Juan nos hace meditar sobre el espacio literario donde transcurre el poema, espacio literario y geográfico al parecer pletórico de este tipo de actos criminales. El asesinato no ha sido el resultado de un acto disperso de violencia, sino de un crimen político: los dos últimos versos nos empujan hacia esa interpretación. Releámoslos:
Vigilemos a ver dónde brotan sus manosempujadas por su rabia inmortal.
En estos dos últimos versos sabemos más del hombre asesinado: la voz lírica sabe que sus manos, esto es, su vida, renacerá por alguna parte. Es una alusión simbólica a la inmortalidad de las ideas del asesinado, las que resurgirán cuando otros hombres sigan su ejemplo. La rabia inmortal pasa de Juan a la voz lírica, quien nos la inocula a todos nosotros.
El poema sólo se asoma a la realidad que le precede, pero no la aborda, no la transcribe, precisamente porque es innecesario hacerlo. Abordarla hubiese implicado disminuir la tensión del poema y su profundo impacto en el lector. Será ese lector el encargado de construir la realidad omitida a partir de escasos símbolos verbales diseminados por el poema, pero sobre todo a partir de sus experiencias personales como lector ubicado en una época. He aquí la función del lector en la nueva poesía: la de construir el poema con una interpretación mucho más extensa y exacta, y siempre desde su condición de cómplice.
Es menester señalar que el poeta también echa manos a varios interlocutores imaginarios en su discurso. El primer verso de la primera estrofa parece tener una función de cintillo noticioso que anuncia, en tercera persona, un crimen. En los versos subsiguientes de la primera estrofa y en los de la segunda, la voz lírica dialoga con el hombre asesinado, lo interpela en segunda persona del singular, confirmando con ello su cercanía emocional o espiritual con el asesinado. En la tercera estrofa, el interlocutor a quien se dirige la voz lírica cambia súbitamente a la tercera persona del singular: la voz lírica parece hablar para sí, pero también para todos nosotros, los lectores. En la última estrofa, la voz lírica se dirige nuevamente al hombre asesinado (en segunda persona), pero los dos versos finales no están dirigidos a él sino a nosotros. Son esos dos versos capitales los que cierran el poema y los que nos producen —a nosotros, los lectores— una violenta sacudida.
Otra posible interpretación, no por subjetiva menos interesante, podría ser desde la perspectiva de una premonición revelada o materializada en forma epistolar. El hecho de que haya muerto un hombre cuya sangre recogen "en cucharitas" y que a continuación aparezca, entre comas, la expresión "querido juan" sugiere la posibilidad de una carta. Sin embargo, nos inclinamos con mayor fervor hacia el punto de vista de la madre (patria, biológica o simbólica) dialogando con el cuerpo del hijo asesinado.
Por lo demás, añadiremos que el espacio literario donde se desarrolla el poema es absolutamente urbano, citadino, característica común a la nueva poesía. Es menester que así sea. J. G. Cobo Borda nos dice en el prólogo a su Antología de la poesía hispanoamericana que uno de los rasgos distintivos que asoma en la nueva poesía es precisamente el contexto en que se desenvuelve el poema y que prevalece en la mayoría de los temas: se trata de una poesía medularmente urbana. Nos dice el crítico: “toda la poesía latinoamericana del período 1960-1980, en términos amplios, se puede referir a esa dispersión irradiante que es la ciudad. Espacio propicio tanto para el amor (...) como para la tortura; para el redescubrimiento de la naturaleza, en la artificiosidad de los parques o en la creciente ola verde ecológica, como para el análisis de la propia conciencia, en la soledad a la cual se halla enfrentada”. (bastardillas nuestras) (46)
Es evidente que el asesinato al que el poema alude ha ocurrido en la ciudad, en ese espacio propicio tanto para el amor como para la tortura.
Tangos e intertextualidad
En Gotán, Gelman abraza la intertextualidad conjugando discursos y hasta distintos niveles expresivos dentro de un mismo discurso, en los que mezcla lo literario y lo ordinario, el cliché y la retórica del tango. En este libro, el autor se asiste del sentimentalismo del tango no tanto para escamotear su mensaje (aunque también se dedica a revelar y a esconder) sino precisamente para urdirlo, para construirlo a partir de un sistema de valores nacionalmente reconocido, aceptado y amado. El nombre del poemario está formado por las dos sílabas de la palabra tango al revés. Hugo Achugar nos dice en su ensayo "La poesía de Juan Gelman" que Gelman se asiste en su poesía de la ternura del tango para traspasar y asumir su realidad, ternura que el crítico califica de "sentimental y coqueta" (36). Esa ternura se convierte en recurso expresivo en la poesía de Gelman, dado que el tango es portador par excellence de toda una filosofía popular ante la existencia.
Detengámonos en el poema "Mi Buenos Aires querido", de Gotán, que muestra claramente la manipulación de esa ternura, así como el doble sentido de muchas frases insertadas en el formato del tango. El poema está recorrido por una gran ironía y por una atmósfera político-subversiva dadas a través de la intertextualidad discursiva:
Sentado al borde de una silla desfondada,
mareado, enfermo, casi vivo, escribo versos previamente llorados
por la ciudad donde nací.
Atrápalos, atrápalos, también aquí
Atrápalos, atrápalos, también aquí
nacieron hijos dulces míos
que entre tanto castigo te endulzan bellamente.
Hay que aprender a resistir
Ni a irse ni a quedarse,
Ni a irse ni a quedarse,
a resistir, aunque es seguroque habrá más penas y olvido.
(bastardillas nuestras) (Gotán 23)
¿Un tango? Sin lugar a dudas que sí, pero también un poema de Gelman dentro de la osamenta de un tango. He ahí un excelente ejemplo de una técnica empleada en pura función del lenguaje y con resultados excelentes. Las implicaciones político-sociales de este poema son evidentes y no creemos necesario explicarlas en más detalles.
El tango, los héroes populares, el culto a la personalidad, son recursos formales y expresivos de los que Gelman se ha asistido con cierta regularidad en su poesía. Estos vienen --existen-- en un particular sistema de signos que los latinoamericanos comparten y dominan con cierta complicidad no sólo lingüística sino también histórica. Gelman utiliza, manipula esos recursos expresivos excepcionalmente, pues los sabe portadores de una enorme significación extra-lingüística. El lector va a comprender el mensaje poético no porque éste venga en un español clarísimo, sino porque el verdadero mensaje viene en el idioma que esos recursos han legado a todo un grupo humano, o sea en forma de valores, los que mejor puede comprender una comunidad lingüística y culturalmente uniforme.
Un tango de Carlos Gardel es capaz de transmitirle a un latinoamericano mucho más de lo que su lírica encierra: le transmite también una sabiduría, una experiencia (de amor, de desengaño, de malicia, de alegrías o de penas) común a toda una región lingüística. Hasta el silencio tiene una significación (o varias) en el tango, hasta el suspiro o el súbito cese de un chasquido rítmico.
El gran acierto (el gran aporte) de Juan Gelman radica en que, partiendo de una estética de lo cotidiano, de lo intrascendente, de lo popular, de lo marginal si se quiere, atrapado todo dentro del concepto del tango, la eleva a la categoría de valor trascendente a través de la ironía y el humor, técnicas que lo salvan de caer en el cliché o en la repetición del discurso de partida. Gelman también añade una enorme dosis de sentimentalismo a sus poemas tangueros, sin lugar a dudas excesiva, salvándolos de lo cursi y de lo melodramático. Un poema tanguero de Gelman tiene la extraña habilidad de llevarnos de la mano, en el confortable y conocido formato del tango, por un mundo poético inédito en el que como lectores tenemos una función muy concreta: la de construir la realidad poética omitida deliberadamente por el poeta.
Con la aparición en 1982 de su segundo libro de poemas en el exilio, Citas y comentarios, Gelman deja sólidamente establecida la unión de lo literario con el tango popular, o sea la historia con lo sentimental. Si bien Gotán sirvió para desmitificar y proponer nuevas acepciones a los conceptos de poeta y de poesía, Citas y comentarios coloca a un mismo nivel la tradición cultural popular argentina (el tango) con la poesía de los místicos españoles, recurso poético éste último del que se sirve para unirse con lo ausente. Sin embargo, a diferencia de los místicos, Gelman no se ve como un elegido al que le es dado hacer contacto, sino como un hombre cualquiera que padece su momento histórico. Detengámonos en el poema "comentario XVIII (gardel y lepera)" para ilustrar lo que decimos:
sucede que/de día/de noche/soyel castigado por tu ausencia/vos linda como un sol/y tenés piececitos como dulce esperanzaque andan por mi saliva como
tus ojos/ soñándome/olvidándomesangrándome de adiós/... (Olivera-Williams 176)
En este poema, Gelman recrea la soledad del poeta exiliado con la soledad que experimenta un anónimo amante que ha perdido a su amada, pero siguiendo el modelo sentimental del tango. La praxis con la poesía de los místicos españoles se ve todavía con más claridad en el poema "Cita I (santa teresa): "porque sin vos/¿qué soy sino desastres?/¿adónde voy a parar desviado de vos?/ misericordia mía/sol mío/sol que soleas en medio del amor" (Olivera-Williams 176). Como dijimos arriba, la unión con la poesía mística española es un recurso poético.
Conclusiones
La poesía de Juan Gelman se aparta del modelo nerudiano en boga en Hispanoamérica a comienzos de la segunda mitad del siglo XX, creando con ello un nuevo tipo de poesía que revierte concepciones tan sagradas y hasta ahora inamovibles como la del poeta y su función, la de la poesía y su lenguaje. La función del lector y la intertextualidad discursiva abren nuevos espacios en los linderos expresivos de la poesía. Es en esa medida que la poesía de Juan Gelman ha sido sumamente innovadora y revolucionaria.
Obras consultadas
· Achugar, Hugo. "La poesía de Juan Gelman o la ternura desatada". Como temblor del aire. Ed. Lilián Uribe. Montevideo: Vinten, 1995.
· Boccanera, Jorge. Confiar en el misterio. Buenos Aires: Sudamericana, 1994.
· Dalmaroni, Miguel. Juan Gelman. Buenos Aires: Almagesto, 1993.
· Gatell, Angelina. Neruda. Madrid: EPESA, 1971.
· Gelman, Juan. Gotán. Buenos Aires: Horizonte, 1963.
· ————. Cólera buey. Buenos Aires: La Rosa Blindada, 1971.
· ————. Relaciones. Buenos Aires: La Rosa Blindada, 1973.
· González Cruz, Luis F. Pablo Neruda, César Vallejo y Federico García Lorca. Madrid: Anaya, 1975.
· Jiménez, José Olivio, ed. Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea. Madrid: Alianza, 1981.
· Neruda, Pablo. Veinte poemas de amor. Bogotá: Seix Barral-Planeta Colombiana, 1985.
· Olivera-Williams, María Rosa. "Citas y comentarios, de Juan Gelman". Como temblor del aire. Ed. Lilián Uribe. Montevideo: Vinten, 1995.
· Rodríguez Monegal, Emir, ed. The Borzoi Anthology of Latin American Literature. New York: Knopf, Inc., 1977.
· Sucre, Guillermo. La máscara, la transparencia. México: Fondo de Cultura Económica, 1985.
· Uribe, Lilián. "Juan Gelman: poesía sin interrupciones." Como temblor del aire, ed. Lilián Uribe. Montevideo: Vinten, 1995.
· Yurkievich, Saúl. Fundadores de la nueva poesía latinoamericana. Barcelona: Barral, 1971.
· ————. "La violencia estremecedora de lo real", en Como temblor del aire. Ed. Lilián Uribe. Montevideo: Vinten, 1995.
Espéculo, núm. 18, Universidad Complutense de Madrid, www.ucm.es/info/especulo/numero18/gelman.html
Página literaria de Miguel Correa: http://hometown.aol.com/correamcorrea/index.html
JUAN GELMAN, EL DOLOR TRANSFIGURADO (II)
Ahora que Gelman ha sido galardonado con el Premio Cervantes, precisamente cuando acaba de publicar su poemario Mundar, estas reflexiones adquieren una nueva dimensión: el poeta del exilio permanente es reconocido, en primer lugar, por las virtudes de su obra literaria, pero también (hay que decirlo) por su intransigencia ante la muerte. Acaso se estén premiando ambas cosas en una o acaso ambas sean una, pero lo cierto es que al leer este nuevo poemario queda la sensación, una vez más, de que se encuentra uno por primera vez con la ternura gelmaniana, con la forma en que pelea a palabrazos contra la muerte y la tristeza. Y es que, para quienes lo hemos seguido, al menos desde los años ochenta, Gelman sigue dejando constancia de su batalla experimental contra los resabios del dolor que lo ha agobiado sin descanso, pero también sin queja.
Cómo entender los múltiples pronunciamientos acerca de su poesía, que de manera casi unánimes repiten los lugares comunes: poesía comprometida, exilio, guerrilla, luchas populares... En el texto aludido líneas arriba, Rama sintetiza al respecto: “Es comprensible que uno de sus temas sea el de la supervivencia de la poesía y su legitimidad en tiempo revolucionario. Confianzas y Hechos persuasivamente reflexionan sobre que ningún endecasílabo acabó con un dictador pero simultáneamente reconocen la fatalidad de una escritura que no cesa ni debe cesar, el empecinamiento de la función poética que aun en los lugares inhóspitos, aun constreñida, no deja nunca de brotar, como dice en ‘Poderes’: “como una hierba como un niño como un pajarito nace la poesía la torturan y nace la sentencian y nace la fusilan y nace la calor la cantora’”.
Había que estar cerca de sus versos para encontrarlos como epígrafe en libros tan improbables como el de Leonardo Boff sobre el Padre Nuestro (“Oración de un desocupado”), en los años más álgidos de la teología de la liberación, o en la cinta El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela. Conmueve, claro está, saber que María Macarena, la nieta que encontró en Uruguay luego de tanto esfuerzo, se congratula por este premio que llega cuando el poeta se ha expresado a lo largo de su vida con una voz no solamente “inconfundible” (otro lugar común), sino también entrañable, en el sentido más literal, de entrañas, esto es, que se ha desgarrado las entrañas para extraer el canto que lo define. Es nuevamente Monsiváis quien de manera inmejorable valora las alturas y profundidades de esta poesía, pues a propósito del premio, observa que la poesía de Gelman es “de una potencia lírica considerable y, en última instancia, [está] regida por una idea de Dios no afiliado a las religiones”. Y afirma: “Él, escritor con rabia y desesperanza y denuncia, se da tiempo para reelaborar su experiencia política como poesía, volviendo inconcebible el panfleto, y dándole a la indignación moral la dignidad literaria que es, en sí misma, un sentimiento distinto. En el vértigo de esta poesía, los símbolos y las imágenes, sin alejarse de su función específica, se extienden discretamente, e iluminan la “abierta oscuridad”.
Mundar (2007), obviamente, es un verbo típicamente gelmaniano, de esos que brotan en su hablar poético vallejiano, que alude a lo que debe hacerse siempre con el mundo para vivir: yo mundo, tú mundas, etcétera. Mundar es estar en el mundo y dejarse llevar, no por la belleza que se sabe siempre relativa, sino por las cosas que se encuentran aquí, mudas y silenciosas, pero también trágicas y terribles. En “Callar” lo dice sin ambages: “El manantial de vos/ cae como vino en la copa/ y el mundo calla sus desastres./ Gracias, mundo, por no ser más que mundo/ y ninguna ora cosa”. Amor, desastre y lenguaje se conjugan sin grandilocuencia mediante una coloquialidad acompasante que avasalla la experiencia y la hace decir más de lo que “normalmente” dice, “se dice”. El dolor va y viene de la boca a la calle; la ternura nace, muere y resucita; y el exilio se enreda con el ritmo de una poesía que celebra todo lo que pasa sin aspavientos: El poeta munda todo el tiempo y se ancla mediante el lenguaje y el oído atento en algún lugar de México, D.F.: “Unas viejas sentadas en la calle/ hacen con suave náhuatl/ el pasado de esta tarde contra/ el frío de las casas desiertas” (“Tarde”).
El sustrato eslavo del idioma poético de Gelman reaparece una y otra vez para dotar a sus versos de una cadencia inesperada: “El cerca lejos de/ tu despego sin alma/ resplandece en servicios de tu voz/ y la/ conciencia de lo amado” (“Descubrimientos”). Juan Gelman o el arte de hacer preguntas imposibles: “¿Se hace sola la doble conciencia/ donde la huella brilla?/ ¿Por qué no creer en el sencillo/ callejón de la espera?” (“Callejones”), “¿quién podría nombrar al pasado/ de este presente seco?” (Así, así”). Años y años de interrogar al lenguaje, a la vida, de hacerles ver su suerte con todo o que dan, de hacerles decir, si no lo indecible, sí el fulgor de las dudas que acechan todo el tiempo. Lejos y cerca está la búsqueda en el misticismo de San Juan de la Cruz (el “padre dulce”), Santa Teresa y otros más. Lejos y cerca también la indagación en un idioma casi muerto (Dibaxu), traduciéndose a sí mismo, como en los libros de heterónimos o Los poemas de Sydney West, todo un panteón variopinto y luminoso. Cerca, más bien, la hora de afrontar la muerte en todas sus formas. Aceptar, incluso, quizá a destiempo, nadie lo sabe, que Dios existe, a duras penas, con un diminutivo muy mexicano: “Te fuiste, no dejaste/ que una luz te sacara/ de vos a la luz de tu luz./ Caen estrellas y está triste/ Dios, que existe poquito” (“Envolturas”). Ecos de aquella interrogante sin respuesta: “¿y si Dios fuera una mujer”?” (“Preguntas”, Hacia el sur, 1982).
En suma, para captar algo de este ya vasto universo poético, de esta sintaxis única y personalísima, aquejada por tan intensa mundidad, tal vez habría que oír al propio Gelman cuando introduce una antología personal (En el hoy y mañana y ayer) con estas palabras: “Las maravillas y miserias del amor. Sus oscuros fulgores, sus catástrofes. Caminar por el filo de la pérdida. Dar lo que no se tiene. Recibir lo que no se da. El amor a la poesía, a la madre, a la mujer, a los hijos, a los compañeros que cayeron por una esperanza, a la belleza todavía de este mundo. Como cualquier hombre, amé y amo todo eso. Algo de todo eso tal vez tiemble en los poemas que siguen, escritos a lo largo de 40 años. La muerte me enseñó que no se muere de amor. Se vive de amor”.
(LC-O)
Letralia. Tierra de Letras, www.letralia.com/178/articulo08.htm
GANA JUAN GELMAN EL PREMIO CERVANTES 2007
México, 29 de noviembre. El poeta argentino Juan Gelman, que ganó hoy el Premio Cervantes 2007, dijo que no siente una responsabilidad diferente a la de elaborar buenos textos porque vive para escribir poesía. "A mí lo que me importa es el trabajo, no me importo yo. Vivo para escribir poesía", sostuvo el poeta de 77 años, quien confesó que su primera reacción al enterarse que había obtenido el galardón fue "una gran emoción", que experimentó como una "suerte de conmoción".
"Mi primera reacción fue de sorpresa; por lo que leí en los periódicos, los distintos candidatos son todos exitosos y los admiro", señaló el argentino, quien atendió a una entrevista telefónica desde algún punto de la capital mexicana cuya ubicación prefirió no revelar.
"No encuentro las palabras, es una emoción muy intensa, intensísima", señaló emocionado Gelman, radicado en Ciudad de México, para quien el Premio Cervantes "coloquialmente" es un "premio Nobel de las letras españolas". Para el literato, el reconocimiento tiene mucho peso porque "significa Cervantes, significa el Quijote y las novelas ejemplares; en fin, muchísimas cosas para un hombre que se ha pasado la vida leyendo a Cervantes".
Gelman sigue escribiendo porque dice que a su edad "más que una vocación, es un vicio". "Yo no considero a la poesía como una profesión, la poesía es algo que llega cuando ella quiere y no es que uno la pueda invocar o convocar: nadie se sienta a escribir poemas porque quiere o porque se lo propone", advirtió el poeta, autor de poemarios como Dibaxu, Salarios del impío, Incompletamente, Valer la pena y País que fue será. A su juicio, la única "verdadera carrera" profesional que ha desempeñado es el periodismo, un medio con el que mantiene una estrecha relación, ya que es columnista de un diario argentino y colaborador de algunos mexicanos.
Nacido en Buenos Aires en 1930, Gelman vivió experiencias terribles, como el secuestro y asesinato de su hijo Marcelo y de su nuera Claudia, durante el régimen militar argentino. En este sentido, el prolijo escritor reconoció que le tocó vivir una realidad muy cruda y difícil que no muchos han tenido que experimentar, lo que a la postre influyó en su trabajo. "Lo que mueve y crea obsesión en todo ser humano es la realidad misma. Lo que pasa es que cuando la realidad choca con el interior crea una especie de dentro-fuera, y si no... de ahí no sale poesía".
Sin embargo, estableció que "como dijo (Octavio) Paz, la autobiografía real de un poeta (y la suya propia) son sus obras". Por el anuncio del premio no modificará su agenda para los próximos días, aseveró, razón por la cual la próxima semana dictará, como lo tenía pactado desde hace un tiempo, una conferencia en la Universidad de Guadalajara, en el marco de la Cátedra de Literatura Julio Cortázar.
El vate argentino piensa que "la literatura en lengua española sigue gozando de buena salud", si bien considera que "hay cierta tendencia al inmediatismo que es casi negadora de la tradición", la cual, por fortuna, "no es una tendencia general". Gelman, que viaja frecuentemente a Argentina a visitar a sus nietos y familiares, manifestó que entre sus obras la que guarda un lugar más cercano a su corazón es "la que voy a escribir algún día".
El Financiero en línea, 29 de noviembre de 2007
ANTONIO COLINAS: 'EN LA POESÍA DE JUAN GELMAN TIEMBLA Y HIERE LO HUMANO'
El poeta Antonio Colinas ha dicho a EFE que el nuevo premio Cervantes le parece 'una buena decisión', ya que en la poesía de Juan Gelman 'tiembla y hiere lo humano de una manera conmovedora'. “Es un buen premio a una obra tierna y fuerte que, sin más, se caracteriza por su autenticidad”, señaló Colinas al conocer el nombre del galardonado.
Colinas elogió su poesía 'libérrima' en unos 'tiempos poéticos más bien huecos y planos', en los que Gelman nos ofrece, dijo, 'el desgarro de esa humanidad sintiente y pensante'. Y consideró que en su obra y 'desde el compromiso más hondo' está presente 'un diálogo con nuestra mística que proporciona a su poética un alto vuelo'.
Colinas recomienda a los lectores la antología 'Oficio ardiente' (2005), así titulada en honor a la consideración que de la poesía tiene Gelman, cuya edición crítica ha preparado la poeta y profesora de Salamanca María Angeles Pérez López, con un estudio previo 'muy iluminador' y una selección 'muy bien hecha', según el autor de Sepulcro en Tarquinia.
http://actualidad.terra.es
UN FUEGO QUE AFERVORA
Antonio Colinas
Para el poeta de hoy, rescatar el verso verdaderamente “nuevo” es siempre un reto y entraña una dificultad añadida, seguramente la primera de las pruebas que ser poeta valioso exige. Este logro me parece primordial en el caso de Juan Gelman: después de tanta vanguardia natural o engañosa, después de tanto compromiso epidérmico, el verso de Gelman es esa grieta a través del cual el poeta contempla y nos revela la verdadera realidad, la otra realidad, la que sana y salva.
Hay en la palabra doloridamente buscada y hallada de este poeta un desgarro y una autenticidad, ya desde aquella «oración» amorosa que aparece en los años 50 en un libro como El juego en que andamos hasta ese libérrimo torrente que son los poemas de Comentarios, en el que el hálito inspirador teresiano, el vigoroso impulso de raíz mística, fluye desde un humanismo tierno y fuerte a la vez, de un testimoniar extremadamente veraz. Para ello, Gelman hace del poema una “atmósfera”: fragmenta los títulos, se olvida de las mayúsculas y de la puntuación, quiebra cada verso en versos múltiples; de tal manera que el poema se convierte en un microcosmo de significación múltiple.
Vino de vuelo Juan Gelman durante su último viaje a Salamanca y no pude encontrarlo, pero en mí iban y conmigo quedaron sus versos, los leídos hace años, pero sobre todo los avivados hoy como manantial en la espléndida antología Oficio ardiente, que sólo otro poeta, María Ángeles Pérez López, podía haber seleccionado y comentado con hondura. Había aquel día del encuentro imposible frío en la ciudad, pero el lector llevaba dentro de sí ese calor de las palabras demasiado humanas, de los versos como encendidos, que afervoraban. Gelman se iba raudo a Madrid para las cosas de los hombres, pero entre las piedras humanas quedaba el fuego de esa otra humanidad que sólo una poesía como la suya puede transmitirnos. Muy lejos había llegado el gemido doliente vallejiano y la retórica nerudiana, pero necesitábamos este otro “tono” fraterno y en libertad que suponen los versos astillados, el mensaje de la poesía de Gelman.
Incluso cuando el tiempo avanza y se adormecen sin morir los golpes de la vida, cuando sus versos son más breves y se adensan en un libro como Valer la pena, su palabra posee siempre esa fuerza que convence, esa oquedad gélida o abismo infinito producido por el asalto de la muerte más cercana, que el poeta llena con palabras acalladas, humildes. Pero ¿cómo no comprender la fuerza de lo que desciende, el dolor que se abaja y que, al hacerlo, precisamente asciende como «tortolitas», como «planeta de dulzuras», como «encerramiento del mundo», como «ya no dolor»? Sí, había frío aquel día, pero cada palabra de cada poema de la antología era brasa que recobraba su color rojo, mensaje que ardía otra vez para volver a entregarnos esa fe en la poesía que, a veces, en nuestro saqueado tiempo, vamos perdiendo.
En definitiva, la poesía de Juan Gelman resume un mensaje que llega desde muy atrás y muy de lo hondo, que no ignora la tradición americana, pero que este poeta sabe refundar por los caminos del exilio, por las tierras de Europa, sus raíces, en las que el viaje se torna irremediablemente poema que salva, norte hacia el que todavía —¡todavía!— puede dirigirse la nave del ser consciente de serlo; es decir, la del que asume y metamorfosea incluso la herida del dolor que no se puede cerrar nunca.
La vida y la obra de Gelman provienen de una determinada sangre y de un determinado compromiso, de Poe y de Las Moradas, pero ha habido siempre un instante —ese de la creación del poema— en el que el poeta «expulsado de mí» y en un tiempo en el que «se apagan los huesos») es más él. Había frío aquel día en Salamanca. El poeta me debe una dedicatoria en la página blanca del libro de cubiertas negras. Yo le debo ese caudal de su poesía que, en tiempos en que tiende a brillar lo vacío-plano, llena nuestras vidas, nos permite recuperar la fe en la poesía, en esas palabras que sin más (como «fueguitos», ha dicho él) aún sanan y salvan.
Dossier de El Mundo (España): www.elmundo.es/especiales/2007/11/cultura/premio_cervantes/index.html
Héctor Negro recuerda a los poetas de El Pan Duro. Un libro suyo recuerda al grupo que de 1955 a 1964 reunió a Gelman, Bignozzi y Ditaranto.
Jorge Marrone
Aguante el gotán", se lee en una descascarada pared del barrio Constitución. Dos cuadras después, y más prolijo, cuelga un cartel que anuncia: Academia Porteña del Lunfardo. La presentación de un libro siempre es una fiesta, pero más en el caso de La verdad sobre el Pan Duro, obra de Héctor Negro -publicada por el editor Marcelo Héctor Olivieri- que en sus 260 páginas repasa la historia y las circunstancias de un grupo de poetas que hizo época. Un solo nombre bastaría para confirmarlo: del Pan Duro salió Juan Gelman, reciente ganador del Premio Cervantes 2007.
En el barrio de Constitución, en la calle Estados Unidos, más de doscientas personas amantes de la poética argentina celebran y soportan el pegajoso atardecer capitalino. Tienen motivos para su estoicismo ambiental: en la vieja casona de la academia lunfarda la gente se apiña para escuchar a Héctor Negro y a sus vates amigos. Ellos después desgranarán historias sobre este movimiento poético que, lejos de grupos como Florida y Boedo, tuvo sus propias señales de identidad.
"Cada integrante, ideológicamente, podía pensar lo que quisiera. La diversidad de pensamiento y obra no nos producía fricciones", definiría después Héctor Negro en la presentación de La verdad sobre el Pan Duro. Aunque convengamos que algunas "coincidencias" había. El numen del grupo era el genial Raúl González Tuñón. Pero otros tallaban fuerte: Gelman (a quien la cofradía le editó Violín y otras cuestiones), el mismo Negro, Ditaranto, Hierba, Silvain, Navalesi Masé, Wainer, Arizpe, Bignozzi, Castelpoggi, Díaz, Morgade, Constantini y muchos más.
Héctor Negro hojeó el libro, recién llegado de la imprenta, y sonriendo le dijo a Clarín que "ésta es una reivindicación de Pan Duro que nos debíamos todos quienes participamos". Y después contó, fragmentariamente, recuerdos y testimonios. Cálido, hiperquinético con sus vitales 73 años, el autor del libro recién "salido del horno" detalló historias. La arracimada platea escuchó casi con unción canciones y poemas de la época.
Negro contó que "el grupo nació en 1955 y se autodisolvió en 1964. Eran épocas bravas y la pregunta era: ¿cómo construir el camino de la joven lírica a la rebelión, a la protesta?" En los comienzos El Pan Duro inicia su actividad fijando metas inmediatas que el grupo cumple dentro de sus posibilidades. Al principio, el fin unificador era la edición de libros y la consecuente venta de bonos a los amigos y a los amantes de la poesía para sostener la incipiente estructura grupal. En 1956 la edición de Violín y otras cuestiones se agota a pesar de la falta de un aparato distribuidor.
Los poetas de El Pan Duro andan y desandan la ciudad, se acercan a sindicatos, bibliotecas populares, comisiones de fomento, conventillos y universidades. Este libro rescata además los vínculos del grupo con otros que fueron contemporáneos, como La Rosa Blindada y El Barrilete. En la década de los sesenta terminaba la enésima dictadura, la primavera democrática duró muy poco. El Pan Duro no tuvo más remedio; se separó, se lo tragó la historia negra y soldadesca de nuestro país. La leyenda cuenta que un joven escribió un graffiti: "la poesía es un arma cargada de futuro". Se lo llevaron preso. En estos días, en cambio, la Argentina renueva y festeja su democracia, en Plaza de Mayo, Constitución o La Quiaca.
Casi más de veinte fotos de los protagonistas ilustran este libro que cuenta la historia de un puñado de hombres y mujeres que apostaron a la lírica, para que la vida sea más vida. Para que continúe el permanente rescate de la memoria. Héctor Negro buscó en el arcón de los recuerdos. Hurgó. Investigó. Contó. Y tan emotivo es el contenido del libro, que escribió en prosa y casi le sale poesía.
Clarín, Buenos Aires, 17 de diciembre de 2007
testimonios
MUNDAR
Buenos Aires, Seix Barral, 2007
LA MANZANA
Manzana sola en la fuente,
¿qué hace sin Paraíso? Nadie ve
su cicatriz amarga.
¿Me pregunta
a dónde fue el secreto
de irse por tanta puerta
cerrada, alto el crepúsculo
firme, la cara que
sueña, sueña, sueña,
sin importar lo que perdió?
En un rincón, el viento
mueve la sombra de las hojas.
AMISTADES
El poema que estaba en la cabeza
del corazón se fue. Esto habla
de la certidumbre de la incertidumbre
que nadie puede medir.
Tu brazo nada
en el temblor del sucedido.
¿Qué caballos
te recaballan la nación
de las ausencias que buscás
en la ausencia de vos? Es la amistad
del todo con la nada, la
del pecho mismo con
su perdón, sus espejos,
no dormir.
ALAS
Ala.
A la herida,
Alar ido
al espanto
que separa a la voz del corazón.
El alano que alarga su altivez.
Alondra aquí metida por
caprichos de la gallina con el gallo.
Alazán que el alba ocupás,
¡alargame el amor y su signo
que se alcohola en mis entrañas!
¡Ella, con alfabetos no leídos,
alumbramé lo que resiste al pairo!
En el alféizar de los huérfanos
pregunta qué pasó
y alza la noche.
OCÉANOS
En el océano del vacío
hay nombres, nombres, nombres.
En el océano de lo perdido,
hay nombres.
¿Quién responde
a este chorro de alma
que los llama? Un oleaje
de nombres, nombres, nombres.
¿Qué los separa de la grande muerte
en brazos ya de lo que fueron?
SONETO
Señora furia/ ¿por?
¿por qué no la dejaron
solita y sola?/ hay fuego/
fuego de sol/ fuego de niños/
cortan la calle espesa de
furia/ furias/ el hielo
de su vejez/ roto por la
caída de los llantos/ ¡oh dulce amor
que descansaba en la
suposición de rosas de agua!/
no primavera/ no vigila
el callejón de las entrañas/
los tragos de la suerte/
el vuelo alto/
LA CAMISA
La luz que toca mi camisa
nada sabe de mí. La recibo,
pero quién la merece.
Poner el cielo al fuego es una
condición de este tiempo, el almanaque
finge inocencia en su papel.
Los bárbaros que manejan las penas
de los demás, espinan
astros que no vendrán.
¿Qué esperan los dolidos en su cueva
con una cama donde
espantos, miedos, duermen cada noche?
El no mundo conversa
con mañanas sin Dios.
ENVOLTURAS
Vos, que envolvés
el tibio aroma y la espiral de la
noche indormida en
las vendas del cobarde y
fingís que sos sin ser vivido:
¡abrite las mil puertas
de tu ciudad cerrada! En el rincón
donde el miedo te agachó la cabeza
hay esperas que dicen
abur abur. Te fuiste, no dejaste
que una luz te sacara
de vos a la luz de tu luz.
Caen estrellas y está triste
Dios, que existe poquito.
LA SED
En esos prados donde
dejóse y olvidóse hoy crecen
inviernos y el vacío. Él vio
ciervos de aire cruzando
su sed de amor.
Esos flujos de sombra que arden
tan lejos, don San Juan, interrogaban
lo que no es porque no es.
Es la única forma de vivir,
padre dulce, insaciable.
El agua que no has de beber
moja la mano que te escribe.
DESCUBRIMIENTOS
Derrota/leo tu libro/
maestra íntima/ya libre
de vos/¿qué ángel caído
hay en tu espalda?/vos/
tan siempre/vi tu cara
un día que volabas
de vos a mí/endemientras
el deseo levantaba su furia
en las desgracias del amor.
El cerca lejos de
tu despego sin alma
resplandece en servicios
de tu voz/y la
conciencia de lo amado.
Me recrearas en tu flujo
Donde llorás más que yo.
zonas
SAN JUAN DE LA CRUZ, PATRONO DE LOS POETAS
Guillermo Urbizu
Hoy es San Juan de la Cruz, patrono de los poetas. Parece obligado decir algo. ¿Sobre el mismo San Juan? ¿Sobre la poesía? ¿Sobre otros poetas? En primer lugar felicidades a todos. Y no sólo a aquellos que escriben con precisión sus versos. También quiero hacer extensiva esta felicitación a tantos escritores -y no escritores- con alma de poetas. Es decir, gente que percibe el rumor de la belleza, o gente que aguza los sentidos para trascender la apariencia. Personas que anhelan expresar con palabras o con un abrazo el ser de las cosas. Ese reflejo súbito en el espejo, el atardecer en el color de una naranja o el ritmo pendular de esas piernas. Personas que ven lo invisible en la zozobra del dolor, o cuando cierran los ojos durante un beso. O mientras cuidan a sus hijos, o hacen la comida, o toman un café con los amigos.
Y a propósito de San Juan de la Cruz recuerdo ahora un libro y un poema. Un libro excelente de José Jiménez Lozano: El mudejarillo (Anthropos, 1992), en el que el autor hace su particular recorrido por la vida del poeta y su entorno, en una prosa de tono lírico que sobrecoge precisamente por su sencillez y su identificación con la humildad y serenidad del santo. Un librito que releo muy a gusto siempre que puedo.
Y el poema que recuerdo pertenece al Libro de la mansedumbre (Tusquets, 1997), de Antonio Colinas. Se titula "Juan de la Cruz sestea en el pinar de Almorox", y tiene la particularidad de que me está dedicado. Pero eso es lo de menos. Concluye así: “Para encontrar la senda extraviada / se adentrarán sus ojos en lo oscuro / como en maraña de espinos”.
Tal vez una buena forma de celebrar este día sería leer algunos versos del poeta de Fontiveros. Por ejemplo su Cántico, que principia así: “¿Adónde te escondiste, / Amado, y me dejaste con gemido? / Como el ciervo huiste / habiéndome herido; / salí tras ti clamando y eras ido”. O comprar -y leer- El río de sombra. Treinta y cinco años de poesía, 1967-2002, (Visor Libros, 2004), de Antonio Colinas.
De libros más recientes quiero volver a sugerir la madurez poética de José Carlos Llop en su libro La avenida de la luz (Lumen). Una poesía donde el paso del tiempo y la muerte tienen su elegía, y el amor a los seres queridos su requiebro. Dentro de un culturalismo nada pedante ni frío; es más, necesario. Fundido a su propia vida. A nuestra vida. Un gran libro de un gran poeta que, además, escribe una prosa digna de mención. Pero de una de sus novelas que llevo entre manos ya hablaré aquí otro día.
Un poeta que descubrí gracias a los buenos oficios de Jaime Siles es Yves Bonnefoy (Tours, 1923). Un poeta extremadamente culto (estudió Matemáticas y Filosofía), un poeta en el que la cultura y el rigor del pensamiento son el cauce por el que discurre el caudal inmenso de la existencia humana. Sus versos analizan la metafísica de lo visible en un lenguaje que sugiere, en su tonalidad, algunas certidumbres. El poeta traduce la vida, la rumia, la regenera. Para que en esos versos resuene lo absoluto. Y nada mejor para introducirse en la poesía de Bonnefoy que hacerse con Tarea de esperanza. Antología poética (Pre-textos), en la gran traducción de Arturo Carrera.
Por último quiero hacer mención de Pulir huesos. Veintitrés poetas latinoamericanos (Cículo de Lectores / Galaxia Gutenberg). Una muy sugerente muestra de poetas nacidos entre 1950 y 1965, en edición de Eduardo Milán, que certifica la gran calidad y pujanza de la poesía iberoamericana.
(bastardillas nuestras) (Gotán 23)
¿Un tango? Sin lugar a dudas que sí, pero también un poema de Gelman dentro de la osamenta de un tango. He ahí un excelente ejemplo de una técnica empleada en pura función del lenguaje y con resultados excelentes. Las implicaciones político-sociales de este poema son evidentes y no creemos necesario explicarlas en más detalles.
El tango, los héroes populares, el culto a la personalidad, son recursos formales y expresivos de los que Gelman se ha asistido con cierta regularidad en su poesía. Estos vienen --existen-- en un particular sistema de signos que los latinoamericanos comparten y dominan con cierta complicidad no sólo lingüística sino también histórica. Gelman utiliza, manipula esos recursos expresivos excepcionalmente, pues los sabe portadores de una enorme significación extra-lingüística. El lector va a comprender el mensaje poético no porque éste venga en un español clarísimo, sino porque el verdadero mensaje viene en el idioma que esos recursos han legado a todo un grupo humano, o sea en forma de valores, los que mejor puede comprender una comunidad lingüística y culturalmente uniforme.
Un tango de Carlos Gardel es capaz de transmitirle a un latinoamericano mucho más de lo que su lírica encierra: le transmite también una sabiduría, una experiencia (de amor, de desengaño, de malicia, de alegrías o de penas) común a toda una región lingüística. Hasta el silencio tiene una significación (o varias) en el tango, hasta el suspiro o el súbito cese de un chasquido rítmico.
El gran acierto (el gran aporte) de Juan Gelman radica en que, partiendo de una estética de lo cotidiano, de lo intrascendente, de lo popular, de lo marginal si se quiere, atrapado todo dentro del concepto del tango, la eleva a la categoría de valor trascendente a través de la ironía y el humor, técnicas que lo salvan de caer en el cliché o en la repetición del discurso de partida. Gelman también añade una enorme dosis de sentimentalismo a sus poemas tangueros, sin lugar a dudas excesiva, salvándolos de lo cursi y de lo melodramático. Un poema tanguero de Gelman tiene la extraña habilidad de llevarnos de la mano, en el confortable y conocido formato del tango, por un mundo poético inédito en el que como lectores tenemos una función muy concreta: la de construir la realidad poética omitida deliberadamente por el poeta.
Con la aparición en 1982 de su segundo libro de poemas en el exilio, Citas y comentarios, Gelman deja sólidamente establecida la unión de lo literario con el tango popular, o sea la historia con lo sentimental. Si bien Gotán sirvió para desmitificar y proponer nuevas acepciones a los conceptos de poeta y de poesía, Citas y comentarios coloca a un mismo nivel la tradición cultural popular argentina (el tango) con la poesía de los místicos españoles, recurso poético éste último del que se sirve para unirse con lo ausente. Sin embargo, a diferencia de los místicos, Gelman no se ve como un elegido al que le es dado hacer contacto, sino como un hombre cualquiera que padece su momento histórico. Detengámonos en el poema "comentario XVIII (gardel y lepera)" para ilustrar lo que decimos:
sucede que/de día/de noche/soyel castigado por tu ausencia/vos linda como un sol/y tenés piececitos como dulce esperanzaque andan por mi saliva como
tus ojos/ soñándome/olvidándomesangrándome de adiós/... (Olivera-Williams 176)
En este poema, Gelman recrea la soledad del poeta exiliado con la soledad que experimenta un anónimo amante que ha perdido a su amada, pero siguiendo el modelo sentimental del tango. La praxis con la poesía de los místicos españoles se ve todavía con más claridad en el poema "Cita I (santa teresa): "porque sin vos/¿qué soy sino desastres?/¿adónde voy a parar desviado de vos?/ misericordia mía/sol mío/sol que soleas en medio del amor" (Olivera-Williams 176). Como dijimos arriba, la unión con la poesía mística española es un recurso poético.
Conclusiones
La poesía de Juan Gelman se aparta del modelo nerudiano en boga en Hispanoamérica a comienzos de la segunda mitad del siglo XX, creando con ello un nuevo tipo de poesía que revierte concepciones tan sagradas y hasta ahora inamovibles como la del poeta y su función, la de la poesía y su lenguaje. La función del lector y la intertextualidad discursiva abren nuevos espacios en los linderos expresivos de la poesía. Es en esa medida que la poesía de Juan Gelman ha sido sumamente innovadora y revolucionaria.
Obras consultadas
· Achugar, Hugo. "La poesía de Juan Gelman o la ternura desatada". Como temblor del aire. Ed. Lilián Uribe. Montevideo: Vinten, 1995.
· Boccanera, Jorge. Confiar en el misterio. Buenos Aires: Sudamericana, 1994.
· Dalmaroni, Miguel. Juan Gelman. Buenos Aires: Almagesto, 1993.
· Gatell, Angelina. Neruda. Madrid: EPESA, 1971.
· Gelman, Juan. Gotán. Buenos Aires: Horizonte, 1963.
· ————. Cólera buey. Buenos Aires: La Rosa Blindada, 1971.
· ————. Relaciones. Buenos Aires: La Rosa Blindada, 1973.
· González Cruz, Luis F. Pablo Neruda, César Vallejo y Federico García Lorca. Madrid: Anaya, 1975.
· Jiménez, José Olivio, ed. Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea. Madrid: Alianza, 1981.
· Neruda, Pablo. Veinte poemas de amor. Bogotá: Seix Barral-Planeta Colombiana, 1985.
· Olivera-Williams, María Rosa. "Citas y comentarios, de Juan Gelman". Como temblor del aire. Ed. Lilián Uribe. Montevideo: Vinten, 1995.
· Rodríguez Monegal, Emir, ed. The Borzoi Anthology of Latin American Literature. New York: Knopf, Inc., 1977.
· Sucre, Guillermo. La máscara, la transparencia. México: Fondo de Cultura Económica, 1985.
· Uribe, Lilián. "Juan Gelman: poesía sin interrupciones." Como temblor del aire, ed. Lilián Uribe. Montevideo: Vinten, 1995.
· Yurkievich, Saúl. Fundadores de la nueva poesía latinoamericana. Barcelona: Barral, 1971.
· ————. "La violencia estremecedora de lo real", en Como temblor del aire. Ed. Lilián Uribe. Montevideo: Vinten, 1995.
Espéculo, núm. 18, Universidad Complutense de Madrid, www.ucm.es/info/especulo/numero18/gelman.html
Página literaria de Miguel Correa: http://hometown.aol.com/correamcorrea/index.html
JUAN GELMAN, EL DOLOR TRANSFIGURADO (II)
Ahora que Gelman ha sido galardonado con el Premio Cervantes, precisamente cuando acaba de publicar su poemario Mundar, estas reflexiones adquieren una nueva dimensión: el poeta del exilio permanente es reconocido, en primer lugar, por las virtudes de su obra literaria, pero también (hay que decirlo) por su intransigencia ante la muerte. Acaso se estén premiando ambas cosas en una o acaso ambas sean una, pero lo cierto es que al leer este nuevo poemario queda la sensación, una vez más, de que se encuentra uno por primera vez con la ternura gelmaniana, con la forma en que pelea a palabrazos contra la muerte y la tristeza. Y es que, para quienes lo hemos seguido, al menos desde los años ochenta, Gelman sigue dejando constancia de su batalla experimental contra los resabios del dolor que lo ha agobiado sin descanso, pero también sin queja.
Cómo entender los múltiples pronunciamientos acerca de su poesía, que de manera casi unánimes repiten los lugares comunes: poesía comprometida, exilio, guerrilla, luchas populares... En el texto aludido líneas arriba, Rama sintetiza al respecto: “Es comprensible que uno de sus temas sea el de la supervivencia de la poesía y su legitimidad en tiempo revolucionario. Confianzas y Hechos persuasivamente reflexionan sobre que ningún endecasílabo acabó con un dictador pero simultáneamente reconocen la fatalidad de una escritura que no cesa ni debe cesar, el empecinamiento de la función poética que aun en los lugares inhóspitos, aun constreñida, no deja nunca de brotar, como dice en ‘Poderes’: “como una hierba como un niño como un pajarito nace la poesía la torturan y nace la sentencian y nace la fusilan y nace la calor la cantora’”.
Había que estar cerca de sus versos para encontrarlos como epígrafe en libros tan improbables como el de Leonardo Boff sobre el Padre Nuestro (“Oración de un desocupado”), en los años más álgidos de la teología de la liberación, o en la cinta El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela. Conmueve, claro está, saber que María Macarena, la nieta que encontró en Uruguay luego de tanto esfuerzo, se congratula por este premio que llega cuando el poeta se ha expresado a lo largo de su vida con una voz no solamente “inconfundible” (otro lugar común), sino también entrañable, en el sentido más literal, de entrañas, esto es, que se ha desgarrado las entrañas para extraer el canto que lo define. Es nuevamente Monsiváis quien de manera inmejorable valora las alturas y profundidades de esta poesía, pues a propósito del premio, observa que la poesía de Gelman es “de una potencia lírica considerable y, en última instancia, [está] regida por una idea de Dios no afiliado a las religiones”. Y afirma: “Él, escritor con rabia y desesperanza y denuncia, se da tiempo para reelaborar su experiencia política como poesía, volviendo inconcebible el panfleto, y dándole a la indignación moral la dignidad literaria que es, en sí misma, un sentimiento distinto. En el vértigo de esta poesía, los símbolos y las imágenes, sin alejarse de su función específica, se extienden discretamente, e iluminan la “abierta oscuridad”.
Mundar (2007), obviamente, es un verbo típicamente gelmaniano, de esos que brotan en su hablar poético vallejiano, que alude a lo que debe hacerse siempre con el mundo para vivir: yo mundo, tú mundas, etcétera. Mundar es estar en el mundo y dejarse llevar, no por la belleza que se sabe siempre relativa, sino por las cosas que se encuentran aquí, mudas y silenciosas, pero también trágicas y terribles. En “Callar” lo dice sin ambages: “El manantial de vos/ cae como vino en la copa/ y el mundo calla sus desastres./ Gracias, mundo, por no ser más que mundo/ y ninguna ora cosa”. Amor, desastre y lenguaje se conjugan sin grandilocuencia mediante una coloquialidad acompasante que avasalla la experiencia y la hace decir más de lo que “normalmente” dice, “se dice”. El dolor va y viene de la boca a la calle; la ternura nace, muere y resucita; y el exilio se enreda con el ritmo de una poesía que celebra todo lo que pasa sin aspavientos: El poeta munda todo el tiempo y se ancla mediante el lenguaje y el oído atento en algún lugar de México, D.F.: “Unas viejas sentadas en la calle/ hacen con suave náhuatl/ el pasado de esta tarde contra/ el frío de las casas desiertas” (“Tarde”).
El sustrato eslavo del idioma poético de Gelman reaparece una y otra vez para dotar a sus versos de una cadencia inesperada: “El cerca lejos de/ tu despego sin alma/ resplandece en servicios de tu voz/ y la/ conciencia de lo amado” (“Descubrimientos”). Juan Gelman o el arte de hacer preguntas imposibles: “¿Se hace sola la doble conciencia/ donde la huella brilla?/ ¿Por qué no creer en el sencillo/ callejón de la espera?” (“Callejones”), “¿quién podría nombrar al pasado/ de este presente seco?” (Así, así”). Años y años de interrogar al lenguaje, a la vida, de hacerles ver su suerte con todo o que dan, de hacerles decir, si no lo indecible, sí el fulgor de las dudas que acechan todo el tiempo. Lejos y cerca está la búsqueda en el misticismo de San Juan de la Cruz (el “padre dulce”), Santa Teresa y otros más. Lejos y cerca también la indagación en un idioma casi muerto (Dibaxu), traduciéndose a sí mismo, como en los libros de heterónimos o Los poemas de Sydney West, todo un panteón variopinto y luminoso. Cerca, más bien, la hora de afrontar la muerte en todas sus formas. Aceptar, incluso, quizá a destiempo, nadie lo sabe, que Dios existe, a duras penas, con un diminutivo muy mexicano: “Te fuiste, no dejaste/ que una luz te sacara/ de vos a la luz de tu luz./ Caen estrellas y está triste/ Dios, que existe poquito” (“Envolturas”). Ecos de aquella interrogante sin respuesta: “¿y si Dios fuera una mujer”?” (“Preguntas”, Hacia el sur, 1982).
En suma, para captar algo de este ya vasto universo poético, de esta sintaxis única y personalísima, aquejada por tan intensa mundidad, tal vez habría que oír al propio Gelman cuando introduce una antología personal (En el hoy y mañana y ayer) con estas palabras: “Las maravillas y miserias del amor. Sus oscuros fulgores, sus catástrofes. Caminar por el filo de la pérdida. Dar lo que no se tiene. Recibir lo que no se da. El amor a la poesía, a la madre, a la mujer, a los hijos, a los compañeros que cayeron por una esperanza, a la belleza todavía de este mundo. Como cualquier hombre, amé y amo todo eso. Algo de todo eso tal vez tiemble en los poemas que siguen, escritos a lo largo de 40 años. La muerte me enseñó que no se muere de amor. Se vive de amor”.
(LC-O)
Letralia. Tierra de Letras, www.letralia.com/178/articulo08.htm
GANA JUAN GELMAN EL PREMIO CERVANTES 2007
México, 29 de noviembre. El poeta argentino Juan Gelman, que ganó hoy el Premio Cervantes 2007, dijo que no siente una responsabilidad diferente a la de elaborar buenos textos porque vive para escribir poesía. "A mí lo que me importa es el trabajo, no me importo yo. Vivo para escribir poesía", sostuvo el poeta de 77 años, quien confesó que su primera reacción al enterarse que había obtenido el galardón fue "una gran emoción", que experimentó como una "suerte de conmoción".
"Mi primera reacción fue de sorpresa; por lo que leí en los periódicos, los distintos candidatos son todos exitosos y los admiro", señaló el argentino, quien atendió a una entrevista telefónica desde algún punto de la capital mexicana cuya ubicación prefirió no revelar.
"No encuentro las palabras, es una emoción muy intensa, intensísima", señaló emocionado Gelman, radicado en Ciudad de México, para quien el Premio Cervantes "coloquialmente" es un "premio Nobel de las letras españolas". Para el literato, el reconocimiento tiene mucho peso porque "significa Cervantes, significa el Quijote y las novelas ejemplares; en fin, muchísimas cosas para un hombre que se ha pasado la vida leyendo a Cervantes".
Gelman sigue escribiendo porque dice que a su edad "más que una vocación, es un vicio". "Yo no considero a la poesía como una profesión, la poesía es algo que llega cuando ella quiere y no es que uno la pueda invocar o convocar: nadie se sienta a escribir poemas porque quiere o porque se lo propone", advirtió el poeta, autor de poemarios como Dibaxu, Salarios del impío, Incompletamente, Valer la pena y País que fue será. A su juicio, la única "verdadera carrera" profesional que ha desempeñado es el periodismo, un medio con el que mantiene una estrecha relación, ya que es columnista de un diario argentino y colaborador de algunos mexicanos.
Nacido en Buenos Aires en 1930, Gelman vivió experiencias terribles, como el secuestro y asesinato de su hijo Marcelo y de su nuera Claudia, durante el régimen militar argentino. En este sentido, el prolijo escritor reconoció que le tocó vivir una realidad muy cruda y difícil que no muchos han tenido que experimentar, lo que a la postre influyó en su trabajo. "Lo que mueve y crea obsesión en todo ser humano es la realidad misma. Lo que pasa es que cuando la realidad choca con el interior crea una especie de dentro-fuera, y si no... de ahí no sale poesía".
Sin embargo, estableció que "como dijo (Octavio) Paz, la autobiografía real de un poeta (y la suya propia) son sus obras". Por el anuncio del premio no modificará su agenda para los próximos días, aseveró, razón por la cual la próxima semana dictará, como lo tenía pactado desde hace un tiempo, una conferencia en la Universidad de Guadalajara, en el marco de la Cátedra de Literatura Julio Cortázar.
El vate argentino piensa que "la literatura en lengua española sigue gozando de buena salud", si bien considera que "hay cierta tendencia al inmediatismo que es casi negadora de la tradición", la cual, por fortuna, "no es una tendencia general". Gelman, que viaja frecuentemente a Argentina a visitar a sus nietos y familiares, manifestó que entre sus obras la que guarda un lugar más cercano a su corazón es "la que voy a escribir algún día".
El Financiero en línea, 29 de noviembre de 2007
ANTONIO COLINAS: 'EN LA POESÍA DE JUAN GELMAN TIEMBLA Y HIERE LO HUMANO'
El poeta Antonio Colinas ha dicho a EFE que el nuevo premio Cervantes le parece 'una buena decisión', ya que en la poesía de Juan Gelman 'tiembla y hiere lo humano de una manera conmovedora'. “Es un buen premio a una obra tierna y fuerte que, sin más, se caracteriza por su autenticidad”, señaló Colinas al conocer el nombre del galardonado.
Colinas elogió su poesía 'libérrima' en unos 'tiempos poéticos más bien huecos y planos', en los que Gelman nos ofrece, dijo, 'el desgarro de esa humanidad sintiente y pensante'. Y consideró que en su obra y 'desde el compromiso más hondo' está presente 'un diálogo con nuestra mística que proporciona a su poética un alto vuelo'.
Colinas recomienda a los lectores la antología 'Oficio ardiente' (2005), así titulada en honor a la consideración que de la poesía tiene Gelman, cuya edición crítica ha preparado la poeta y profesora de Salamanca María Angeles Pérez López, con un estudio previo 'muy iluminador' y una selección 'muy bien hecha', según el autor de Sepulcro en Tarquinia.
http://actualidad.terra.es
UN FUEGO QUE AFERVORA
Antonio Colinas
Para el poeta de hoy, rescatar el verso verdaderamente “nuevo” es siempre un reto y entraña una dificultad añadida, seguramente la primera de las pruebas que ser poeta valioso exige. Este logro me parece primordial en el caso de Juan Gelman: después de tanta vanguardia natural o engañosa, después de tanto compromiso epidérmico, el verso de Gelman es esa grieta a través del cual el poeta contempla y nos revela la verdadera realidad, la otra realidad, la que sana y salva.
Hay en la palabra doloridamente buscada y hallada de este poeta un desgarro y una autenticidad, ya desde aquella «oración» amorosa que aparece en los años 50 en un libro como El juego en que andamos hasta ese libérrimo torrente que son los poemas de Comentarios, en el que el hálito inspirador teresiano, el vigoroso impulso de raíz mística, fluye desde un humanismo tierno y fuerte a la vez, de un testimoniar extremadamente veraz. Para ello, Gelman hace del poema una “atmósfera”: fragmenta los títulos, se olvida de las mayúsculas y de la puntuación, quiebra cada verso en versos múltiples; de tal manera que el poema se convierte en un microcosmo de significación múltiple.
Vino de vuelo Juan Gelman durante su último viaje a Salamanca y no pude encontrarlo, pero en mí iban y conmigo quedaron sus versos, los leídos hace años, pero sobre todo los avivados hoy como manantial en la espléndida antología Oficio ardiente, que sólo otro poeta, María Ángeles Pérez López, podía haber seleccionado y comentado con hondura. Había aquel día del encuentro imposible frío en la ciudad, pero el lector llevaba dentro de sí ese calor de las palabras demasiado humanas, de los versos como encendidos, que afervoraban. Gelman se iba raudo a Madrid para las cosas de los hombres, pero entre las piedras humanas quedaba el fuego de esa otra humanidad que sólo una poesía como la suya puede transmitirnos. Muy lejos había llegado el gemido doliente vallejiano y la retórica nerudiana, pero necesitábamos este otro “tono” fraterno y en libertad que suponen los versos astillados, el mensaje de la poesía de Gelman.
Incluso cuando el tiempo avanza y se adormecen sin morir los golpes de la vida, cuando sus versos son más breves y se adensan en un libro como Valer la pena, su palabra posee siempre esa fuerza que convence, esa oquedad gélida o abismo infinito producido por el asalto de la muerte más cercana, que el poeta llena con palabras acalladas, humildes. Pero ¿cómo no comprender la fuerza de lo que desciende, el dolor que se abaja y que, al hacerlo, precisamente asciende como «tortolitas», como «planeta de dulzuras», como «encerramiento del mundo», como «ya no dolor»? Sí, había frío aquel día, pero cada palabra de cada poema de la antología era brasa que recobraba su color rojo, mensaje que ardía otra vez para volver a entregarnos esa fe en la poesía que, a veces, en nuestro saqueado tiempo, vamos perdiendo.
En definitiva, la poesía de Juan Gelman resume un mensaje que llega desde muy atrás y muy de lo hondo, que no ignora la tradición americana, pero que este poeta sabe refundar por los caminos del exilio, por las tierras de Europa, sus raíces, en las que el viaje se torna irremediablemente poema que salva, norte hacia el que todavía —¡todavía!— puede dirigirse la nave del ser consciente de serlo; es decir, la del que asume y metamorfosea incluso la herida del dolor que no se puede cerrar nunca.
La vida y la obra de Gelman provienen de una determinada sangre y de un determinado compromiso, de Poe y de Las Moradas, pero ha habido siempre un instante —ese de la creación del poema— en el que el poeta «expulsado de mí» y en un tiempo en el que «se apagan los huesos») es más él. Había frío aquel día en Salamanca. El poeta me debe una dedicatoria en la página blanca del libro de cubiertas negras. Yo le debo ese caudal de su poesía que, en tiempos en que tiende a brillar lo vacío-plano, llena nuestras vidas, nos permite recuperar la fe en la poesía, en esas palabras que sin más (como «fueguitos», ha dicho él) aún sanan y salvan.
Dossier de El Mundo (España): www.elmundo.es/especiales/2007/11/cultura/premio_cervantes/index.html
Héctor Negro recuerda a los poetas de El Pan Duro. Un libro suyo recuerda al grupo que de 1955 a 1964 reunió a Gelman, Bignozzi y Ditaranto.
Jorge Marrone
Aguante el gotán", se lee en una descascarada pared del barrio Constitución. Dos cuadras después, y más prolijo, cuelga un cartel que anuncia: Academia Porteña del Lunfardo. La presentación de un libro siempre es una fiesta, pero más en el caso de La verdad sobre el Pan Duro, obra de Héctor Negro -publicada por el editor Marcelo Héctor Olivieri- que en sus 260 páginas repasa la historia y las circunstancias de un grupo de poetas que hizo época. Un solo nombre bastaría para confirmarlo: del Pan Duro salió Juan Gelman, reciente ganador del Premio Cervantes 2007.
En el barrio de Constitución, en la calle Estados Unidos, más de doscientas personas amantes de la poética argentina celebran y soportan el pegajoso atardecer capitalino. Tienen motivos para su estoicismo ambiental: en la vieja casona de la academia lunfarda la gente se apiña para escuchar a Héctor Negro y a sus vates amigos. Ellos después desgranarán historias sobre este movimiento poético que, lejos de grupos como Florida y Boedo, tuvo sus propias señales de identidad.
"Cada integrante, ideológicamente, podía pensar lo que quisiera. La diversidad de pensamiento y obra no nos producía fricciones", definiría después Héctor Negro en la presentación de La verdad sobre el Pan Duro. Aunque convengamos que algunas "coincidencias" había. El numen del grupo era el genial Raúl González Tuñón. Pero otros tallaban fuerte: Gelman (a quien la cofradía le editó Violín y otras cuestiones), el mismo Negro, Ditaranto, Hierba, Silvain, Navalesi Masé, Wainer, Arizpe, Bignozzi, Castelpoggi, Díaz, Morgade, Constantini y muchos más.
Héctor Negro hojeó el libro, recién llegado de la imprenta, y sonriendo le dijo a Clarín que "ésta es una reivindicación de Pan Duro que nos debíamos todos quienes participamos". Y después contó, fragmentariamente, recuerdos y testimonios. Cálido, hiperquinético con sus vitales 73 años, el autor del libro recién "salido del horno" detalló historias. La arracimada platea escuchó casi con unción canciones y poemas de la época.
Negro contó que "el grupo nació en 1955 y se autodisolvió en 1964. Eran épocas bravas y la pregunta era: ¿cómo construir el camino de la joven lírica a la rebelión, a la protesta?" En los comienzos El Pan Duro inicia su actividad fijando metas inmediatas que el grupo cumple dentro de sus posibilidades. Al principio, el fin unificador era la edición de libros y la consecuente venta de bonos a los amigos y a los amantes de la poesía para sostener la incipiente estructura grupal. En 1956 la edición de Violín y otras cuestiones se agota a pesar de la falta de un aparato distribuidor.
Los poetas de El Pan Duro andan y desandan la ciudad, se acercan a sindicatos, bibliotecas populares, comisiones de fomento, conventillos y universidades. Este libro rescata además los vínculos del grupo con otros que fueron contemporáneos, como La Rosa Blindada y El Barrilete. En la década de los sesenta terminaba la enésima dictadura, la primavera democrática duró muy poco. El Pan Duro no tuvo más remedio; se separó, se lo tragó la historia negra y soldadesca de nuestro país. La leyenda cuenta que un joven escribió un graffiti: "la poesía es un arma cargada de futuro". Se lo llevaron preso. En estos días, en cambio, la Argentina renueva y festeja su democracia, en Plaza de Mayo, Constitución o La Quiaca.
Casi más de veinte fotos de los protagonistas ilustran este libro que cuenta la historia de un puñado de hombres y mujeres que apostaron a la lírica, para que la vida sea más vida. Para que continúe el permanente rescate de la memoria. Héctor Negro buscó en el arcón de los recuerdos. Hurgó. Investigó. Contó. Y tan emotivo es el contenido del libro, que escribió en prosa y casi le sale poesía.
Clarín, Buenos Aires, 17 de diciembre de 2007
testimonios
MUNDAR
Buenos Aires, Seix Barral, 2007
LA MANZANA
Manzana sola en la fuente,
¿qué hace sin Paraíso? Nadie ve
su cicatriz amarga.
¿Me pregunta
a dónde fue el secreto
de irse por tanta puerta
cerrada, alto el crepúsculo
firme, la cara que
sueña, sueña, sueña,
sin importar lo que perdió?
En un rincón, el viento
mueve la sombra de las hojas.
AMISTADES
El poema que estaba en la cabeza
del corazón se fue. Esto habla
de la certidumbre de la incertidumbre
que nadie puede medir.
Tu brazo nada
en el temblor del sucedido.
¿Qué caballos
te recaballan la nación
de las ausencias que buscás
en la ausencia de vos? Es la amistad
del todo con la nada, la
del pecho mismo con
su perdón, sus espejos,
no dormir.
ALAS
Ala.
A la herida,
Alar ido
al espanto
que separa a la voz del corazón.
El alano que alarga su altivez.
Alondra aquí metida por
caprichos de la gallina con el gallo.
Alazán que el alba ocupás,
¡alargame el amor y su signo
que se alcohola en mis entrañas!
¡Ella, con alfabetos no leídos,
alumbramé lo que resiste al pairo!
En el alféizar de los huérfanos
pregunta qué pasó
y alza la noche.
OCÉANOS
En el océano del vacío
hay nombres, nombres, nombres.
En el océano de lo perdido,
hay nombres.
¿Quién responde
a este chorro de alma
que los llama? Un oleaje
de nombres, nombres, nombres.
¿Qué los separa de la grande muerte
en brazos ya de lo que fueron?
SONETO
Señora furia/ ¿por?
¿por qué no la dejaron
solita y sola?/ hay fuego/
fuego de sol/ fuego de niños/
cortan la calle espesa de
furia/ furias/ el hielo
de su vejez/ roto por la
caída de los llantos/ ¡oh dulce amor
que descansaba en la
suposición de rosas de agua!/
no primavera/ no vigila
el callejón de las entrañas/
los tragos de la suerte/
el vuelo alto/
LA CAMISA
La luz que toca mi camisa
nada sabe de mí. La recibo,
pero quién la merece.
Poner el cielo al fuego es una
condición de este tiempo, el almanaque
finge inocencia en su papel.
Los bárbaros que manejan las penas
de los demás, espinan
astros que no vendrán.
¿Qué esperan los dolidos en su cueva
con una cama donde
espantos, miedos, duermen cada noche?
El no mundo conversa
con mañanas sin Dios.
ENVOLTURAS
Vos, que envolvés
el tibio aroma y la espiral de la
noche indormida en
las vendas del cobarde y
fingís que sos sin ser vivido:
¡abrite las mil puertas
de tu ciudad cerrada! En el rincón
donde el miedo te agachó la cabeza
hay esperas que dicen
abur abur. Te fuiste, no dejaste
que una luz te sacara
de vos a la luz de tu luz.
Caen estrellas y está triste
Dios, que existe poquito.
LA SED
En esos prados donde
dejóse y olvidóse hoy crecen
inviernos y el vacío. Él vio
ciervos de aire cruzando
su sed de amor.
Esos flujos de sombra que arden
tan lejos, don San Juan, interrogaban
lo que no es porque no es.
Es la única forma de vivir,
padre dulce, insaciable.
El agua que no has de beber
moja la mano que te escribe.
DESCUBRIMIENTOS
Derrota/leo tu libro/
maestra íntima/ya libre
de vos/¿qué ángel caído
hay en tu espalda?/vos/
tan siempre/vi tu cara
un día que volabas
de vos a mí/endemientras
el deseo levantaba su furia
en las desgracias del amor.
El cerca lejos de
tu despego sin alma
resplandece en servicios
de tu voz/y la
conciencia de lo amado.
Me recrearas en tu flujo
Donde llorás más que yo.
zonas
SAN JUAN DE LA CRUZ, PATRONO DE LOS POETAS
Guillermo Urbizu
Hoy es San Juan de la Cruz, patrono de los poetas. Parece obligado decir algo. ¿Sobre el mismo San Juan? ¿Sobre la poesía? ¿Sobre otros poetas? En primer lugar felicidades a todos. Y no sólo a aquellos que escriben con precisión sus versos. También quiero hacer extensiva esta felicitación a tantos escritores -y no escritores- con alma de poetas. Es decir, gente que percibe el rumor de la belleza, o gente que aguza los sentidos para trascender la apariencia. Personas que anhelan expresar con palabras o con un abrazo el ser de las cosas. Ese reflejo súbito en el espejo, el atardecer en el color de una naranja o el ritmo pendular de esas piernas. Personas que ven lo invisible en la zozobra del dolor, o cuando cierran los ojos durante un beso. O mientras cuidan a sus hijos, o hacen la comida, o toman un café con los amigos.
Y a propósito de San Juan de la Cruz recuerdo ahora un libro y un poema. Un libro excelente de José Jiménez Lozano: El mudejarillo (Anthropos, 1992), en el que el autor hace su particular recorrido por la vida del poeta y su entorno, en una prosa de tono lírico que sobrecoge precisamente por su sencillez y su identificación con la humildad y serenidad del santo. Un librito que releo muy a gusto siempre que puedo.
Y el poema que recuerdo pertenece al Libro de la mansedumbre (Tusquets, 1997), de Antonio Colinas. Se titula "Juan de la Cruz sestea en el pinar de Almorox", y tiene la particularidad de que me está dedicado. Pero eso es lo de menos. Concluye así: “Para encontrar la senda extraviada / se adentrarán sus ojos en lo oscuro / como en maraña de espinos”.
Tal vez una buena forma de celebrar este día sería leer algunos versos del poeta de Fontiveros. Por ejemplo su Cántico, que principia así: “¿Adónde te escondiste, / Amado, y me dejaste con gemido? / Como el ciervo huiste / habiéndome herido; / salí tras ti clamando y eras ido”. O comprar -y leer- El río de sombra. Treinta y cinco años de poesía, 1967-2002, (Visor Libros, 2004), de Antonio Colinas.
De libros más recientes quiero volver a sugerir la madurez poética de José Carlos Llop en su libro La avenida de la luz (Lumen). Una poesía donde el paso del tiempo y la muerte tienen su elegía, y el amor a los seres queridos su requiebro. Dentro de un culturalismo nada pedante ni frío; es más, necesario. Fundido a su propia vida. A nuestra vida. Un gran libro de un gran poeta que, además, escribe una prosa digna de mención. Pero de una de sus novelas que llevo entre manos ya hablaré aquí otro día.
Un poeta que descubrí gracias a los buenos oficios de Jaime Siles es Yves Bonnefoy (Tours, 1923). Un poeta extremadamente culto (estudió Matemáticas y Filosofía), un poeta en el que la cultura y el rigor del pensamiento son el cauce por el que discurre el caudal inmenso de la existencia humana. Sus versos analizan la metafísica de lo visible en un lenguaje que sugiere, en su tonalidad, algunas certidumbres. El poeta traduce la vida, la rumia, la regenera. Para que en esos versos resuene lo absoluto. Y nada mejor para introducirse en la poesía de Bonnefoy que hacerse con Tarea de esperanza. Antología poética (Pre-textos), en la gran traducción de Arturo Carrera.
Por último quiero hacer mención de Pulir huesos. Veintitrés poetas latinoamericanos (Cículo de Lectores / Galaxia Gutenberg). Una muy sugerente muestra de poetas nacidos entre 1950 y 1965, en edición de Eduardo Milán, que certifica la gran calidad y pujanza de la poesía iberoamericana.
DECLARAN DESIERTO EL PREMIO NACIONAL DE POESÍA AGUASCALIENTES 2008
Del boletín del Instituto Nacional de Bellas Artes:
El jurado, integrado este año por José Luis Rivas, Jorge Esquinca y José Javier Villarreal, consideró en el acta que entre los 207 originales recibidos ninguno de ellos presentaba la calidad suficiente para hacerse acreedor a este reconocimiento.
El Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, auspiciado por el Gobierno de esa entidad, a través del Instituto de Cultura de Aguascalientes, el Patronato de la Feria de San Marcos y el Instituto Nacional de Bellas Artes, es el reconocimiento más importante a nivel nacional en este género literario.
El acta correspondiente al fallo del jurado consta que, “reunidos en la Sala Ladislao Juárez Ponce de la Casa de Cultura de la ciudad de Aguascalientes”, el 31 de enero de 2008 José Luis Rivas, Jorge Esquinca y José Javier Villarreal consideraron “de manera unánime, declarar el Premio desierto, debido a que ninguno de los manuscritos cumplió con el nivel de excelencia indispensable en un concurso con la trayectoria y el prestigio propios del Premio de Poesía Aguascalientes”.
Los integrantes del jurado señalaron que en apego a la Novena Cláusula de Convocatoria, la cual refiere que: “El Premio puede ser declarado desierto, en cuyo caso las instituciones convocantes se reservan la decisión de emplear el recurso económico correspondiente para apoyar actividades de fomento a la literatura”, se decidió dedicar un homenaje al poeta Gerardo Deniz “en reconocimiento al conjunto de su obra en la que se cumple una de las voces mayores de la poesía escrita en nuestra lengua.”
www.alforjapoesia.com
SOBRE EL PREMIO DE POESÍA DE AGUASCALIENTES 2008
Eduardo Hurtado
4 de febrero de 2008
Como ya se ha hecho público, el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2008 ha sido declarado desierto por los tres miembros del jurado, Jorge Esquinca, José Javier Villarreal y José Luis Rivas. Lo han decidido así en ejercicio de la facultad que la Convocatoria les otorga y su arbitraje debe asumirse, según se establece en la misma, como inapelable. No obstante, la reflexión acerca del significado de este fallo es pertinente y necesaria.
Resulta inquietante, por decir lo menos, que el certamen de poesía más importante de México, al que concurre cada año una considerable proporción de los muchos autores que entre nosotros se dedican de lleno al género, arroje este resultado desalentador: entre los más de 200 originales presentados, ni uno solo alcanzó a colmar las supremas exigencias de los dictaminadores. En esto los parámetros y las subjetividades de los tres coincidieron, a juzgar por el carácter unánime de su determinación. Algo debe andar mal, muy mal en Dinamarca, si se piensa que esto sucede en un medio donde un considerable número de poetas vive consagrado al oficio, publica libros, colabora con poemas en revistas y periódicos, escribe ensayos y notas, goza de apoyos del Estado, concurre a talleres o los coordina y asiste a todo clase de actividades relacionadas con la poesía. No sólo eso: un país que goza de un amplio reconocimiento, sobre todo en el mundo de habla hispana, por la calidad de sus poetas.
Como se sabe, todo premio literario, incluidos los que, como éste, gozan de un gran prestigio, tiene altas y bajas; de todos ellos salen libros que acaban por cambiarle el rostro a una literatura, junto a otros de gran calidad pero cuya trascendencia visible resulta más o menos restringida. Estos últimos forman parte, hoy lo sabemos mejor que nunca, de ese largo proceso del que sin duda depende el surgimiento de las obras destinadas a permanecer durante mucho tiempo, acaso “para siempre”. La literatura, la necesidad de fondo que la anima, se nutre de este intercambio saludable. Entre las obras que una época considera indudables, ¿cuáles persistirán a pesar de los años? Aun los críticos mejor dotados suelen equivocarse a la hora de intentar establecerlo.
Lo que los miembros del jurado han hecho al declarar desierto el premio de poesía de mayor relevancia en nuestro medio, es implicar que una buena porción de la poesía que hoy se hace en México es de baja o mediana calidad. Juicio muy cuestionable, sobre todo si uno está al tanto de los buenos libros de poemas que cada año se editan en el país, o si frecuenta las revistas y suplementos literarios de México y de otros países donde también publican poetas mexicanos. Si el jurado se propuso, según se deduce de alguna de sus declaraciones, mostrar que este premio sólo debe otorgarse a libros “de excelencia” (término muy recurrente en medios académicos, políticos y hasta deportivos, pero de aplicación por lo menos problemática en los terrenos de la actividad artística), ha dado una muestra de soberbia. Ellos mismos recibieron este premio antes, sus obras desataron polémicas a la hora en que ganaron, y aún está por verse (sólo el tiempo lo dirá) si sus respectivos libros, esos que merecieron el galardón, tienen las cualidades necesarias para perdurar.
Por lo pronto, según se desprende de su determinación a la hora de sancionar el concurso, nada de lo que hoy se hace aquí resulta equiparable con lo que ellos mismos presentaron en su momento. Montados en esa posición de superioridad, y al autoerigirse como jueces intransigentes (categoría que busca ser prestigiosa) , con toda probabilidad descartaron más de una propuesta que, desde una mirada experta como la suya pero menos arrogante, hubiera merecido el premio. Un premio que año con año despierta filias y fobias, como sucede en todas partes; que no sólo sirve para animar un medio al que le conviene la discusión abierta, sino como un referente para observar los distintos rumbos y posibilidades de la poesía que se escribe en México. Esto incluso cuando lo que se discute es la ausencia de un nombre importante entre los premiados o el triunfo de algún título que, a juicio de algunos o de muchos, resulta cuestionable.
Sin embargo, como se ha dicho, el fallo es inapelable para efectos del dictamen —y está bien que lo sea. Lo que puede y debe discutirse es la disposición, dictada por el jurado el día en que emitió su veredicto y avalada casi de inmediato por las instituciones convocantes (de estas últimas, conviene subrayarlo, no surgió la iniciativa), de destinar el monto del premio al poeta Gerado Deniz. Se trata de un gesto demagógico, ungido de una falsa generosidad. Un gesto que equivale a una solemne caravana que el jurado ejecuta con sombrero ajeno. Desde luego, Deniz es un autor de valía y alcances indiscutibles. Se trata de un poeta mayor de la lengua. Merece premios y reconocimientos de todo género. Pero, por lo mismo, merece también que éstos provengan de iniciativas destinadas a ese fin, no que se le otorguen con fondos provenientes de uno de los pocos premios importantes para la poesía, a raíz de una decisión que sin duda levantará ámpula.
Si este poeta dueño de una larga y destacada trayectoria no ha recibido, como tantos otros artistas nuestros, el reconocimiento y el apoyo que merece, es preciso reclamarle a la sociedad y al Estado mexicanos que se repare tan grave omisión. Se trata, de hecho, de un asunto de política cultural que es urgente discutir y solventar. Habría incluso que demandar, para ir al fondo del asunto, la ampliación de las plazas eméritas en el SNCA y/o la creación de fondos especiales destinados a este fin. Me sumo desde ahora, con el mayor entusiasmo, a cualquier iniciativa que busque enmendar el descuido imperdonable cometido en contra de la obra y la figura de Gerardo Deniz. Pero entregarle el dinero de un premio en el que no participó es injusto para él y para el certamen mismo. Además, va contra el espíritu y la letra de la Convocatoria, que establece: “El Premio puede ser declarado desierto, en cuyo caso las instituciones convocantes se reservan la decisión de emplear el recurso económico correspondiente para apoyar actividades de fomento a la literatura.” Destinar el monto del premio a Gerardo Deniz no es, por donde quiera verse, una actividad de fomento a la literatura sino una acción insuficiente de apoyo a un escritor que, insisto, merece con creces ser creador emérito del SNCA y recibir reconocimientos públicos organizados ex profeso.
En todo caso, y en atención al propósito de la Convocatoria, los 250,000 pesos del certamen declarado desierto deberían destinarse a incrementar los acervos de poesía en algunas bibliotecas del interior del país, incluidos los títulos indispensables de Gerardo Deniz; de esta forma se daría impulso, de la mejor manera imaginable, al conocimiento y la difusión de nuestros poetas mejores. O bien podrían emplearse para llevar talleres de creación a los estados que más los necesitan, como Durango, Chiapas, Guerrero y tantos otros, lo cual serviría para comenzar a recomponer el estado de salud de la poesía mexicana, que según el diagnóstico del jurado es francamente grave.
Del boletín del Instituto Nacional de Bellas Artes:
El jurado, integrado este año por José Luis Rivas, Jorge Esquinca y José Javier Villarreal, consideró en el acta que entre los 207 originales recibidos ninguno de ellos presentaba la calidad suficiente para hacerse acreedor a este reconocimiento.
El Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, auspiciado por el Gobierno de esa entidad, a través del Instituto de Cultura de Aguascalientes, el Patronato de la Feria de San Marcos y el Instituto Nacional de Bellas Artes, es el reconocimiento más importante a nivel nacional en este género literario.
El acta correspondiente al fallo del jurado consta que, “reunidos en la Sala Ladislao Juárez Ponce de la Casa de Cultura de la ciudad de Aguascalientes”, el 31 de enero de 2008 José Luis Rivas, Jorge Esquinca y José Javier Villarreal consideraron “de manera unánime, declarar el Premio desierto, debido a que ninguno de los manuscritos cumplió con el nivel de excelencia indispensable en un concurso con la trayectoria y el prestigio propios del Premio de Poesía Aguascalientes”.
Los integrantes del jurado señalaron que en apego a la Novena Cláusula de Convocatoria, la cual refiere que: “El Premio puede ser declarado desierto, en cuyo caso las instituciones convocantes se reservan la decisión de emplear el recurso económico correspondiente para apoyar actividades de fomento a la literatura”, se decidió dedicar un homenaje al poeta Gerardo Deniz “en reconocimiento al conjunto de su obra en la que se cumple una de las voces mayores de la poesía escrita en nuestra lengua.”
www.alforjapoesia.com
SOBRE EL PREMIO DE POESÍA DE AGUASCALIENTES 2008
Eduardo Hurtado
4 de febrero de 2008
Como ya se ha hecho público, el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2008 ha sido declarado desierto por los tres miembros del jurado, Jorge Esquinca, José Javier Villarreal y José Luis Rivas. Lo han decidido así en ejercicio de la facultad que la Convocatoria les otorga y su arbitraje debe asumirse, según se establece en la misma, como inapelable. No obstante, la reflexión acerca del significado de este fallo es pertinente y necesaria.
Resulta inquietante, por decir lo menos, que el certamen de poesía más importante de México, al que concurre cada año una considerable proporción de los muchos autores que entre nosotros se dedican de lleno al género, arroje este resultado desalentador: entre los más de 200 originales presentados, ni uno solo alcanzó a colmar las supremas exigencias de los dictaminadores. En esto los parámetros y las subjetividades de los tres coincidieron, a juzgar por el carácter unánime de su determinación. Algo debe andar mal, muy mal en Dinamarca, si se piensa que esto sucede en un medio donde un considerable número de poetas vive consagrado al oficio, publica libros, colabora con poemas en revistas y periódicos, escribe ensayos y notas, goza de apoyos del Estado, concurre a talleres o los coordina y asiste a todo clase de actividades relacionadas con la poesía. No sólo eso: un país que goza de un amplio reconocimiento, sobre todo en el mundo de habla hispana, por la calidad de sus poetas.
Como se sabe, todo premio literario, incluidos los que, como éste, gozan de un gran prestigio, tiene altas y bajas; de todos ellos salen libros que acaban por cambiarle el rostro a una literatura, junto a otros de gran calidad pero cuya trascendencia visible resulta más o menos restringida. Estos últimos forman parte, hoy lo sabemos mejor que nunca, de ese largo proceso del que sin duda depende el surgimiento de las obras destinadas a permanecer durante mucho tiempo, acaso “para siempre”. La literatura, la necesidad de fondo que la anima, se nutre de este intercambio saludable. Entre las obras que una época considera indudables, ¿cuáles persistirán a pesar de los años? Aun los críticos mejor dotados suelen equivocarse a la hora de intentar establecerlo.
Lo que los miembros del jurado han hecho al declarar desierto el premio de poesía de mayor relevancia en nuestro medio, es implicar que una buena porción de la poesía que hoy se hace en México es de baja o mediana calidad. Juicio muy cuestionable, sobre todo si uno está al tanto de los buenos libros de poemas que cada año se editan en el país, o si frecuenta las revistas y suplementos literarios de México y de otros países donde también publican poetas mexicanos. Si el jurado se propuso, según se deduce de alguna de sus declaraciones, mostrar que este premio sólo debe otorgarse a libros “de excelencia” (término muy recurrente en medios académicos, políticos y hasta deportivos, pero de aplicación por lo menos problemática en los terrenos de la actividad artística), ha dado una muestra de soberbia. Ellos mismos recibieron este premio antes, sus obras desataron polémicas a la hora en que ganaron, y aún está por verse (sólo el tiempo lo dirá) si sus respectivos libros, esos que merecieron el galardón, tienen las cualidades necesarias para perdurar.
Por lo pronto, según se desprende de su determinación a la hora de sancionar el concurso, nada de lo que hoy se hace aquí resulta equiparable con lo que ellos mismos presentaron en su momento. Montados en esa posición de superioridad, y al autoerigirse como jueces intransigentes (categoría que busca ser prestigiosa) , con toda probabilidad descartaron más de una propuesta que, desde una mirada experta como la suya pero menos arrogante, hubiera merecido el premio. Un premio que año con año despierta filias y fobias, como sucede en todas partes; que no sólo sirve para animar un medio al que le conviene la discusión abierta, sino como un referente para observar los distintos rumbos y posibilidades de la poesía que se escribe en México. Esto incluso cuando lo que se discute es la ausencia de un nombre importante entre los premiados o el triunfo de algún título que, a juicio de algunos o de muchos, resulta cuestionable.
Sin embargo, como se ha dicho, el fallo es inapelable para efectos del dictamen —y está bien que lo sea. Lo que puede y debe discutirse es la disposición, dictada por el jurado el día en que emitió su veredicto y avalada casi de inmediato por las instituciones convocantes (de estas últimas, conviene subrayarlo, no surgió la iniciativa), de destinar el monto del premio al poeta Gerado Deniz. Se trata de un gesto demagógico, ungido de una falsa generosidad. Un gesto que equivale a una solemne caravana que el jurado ejecuta con sombrero ajeno. Desde luego, Deniz es un autor de valía y alcances indiscutibles. Se trata de un poeta mayor de la lengua. Merece premios y reconocimientos de todo género. Pero, por lo mismo, merece también que éstos provengan de iniciativas destinadas a ese fin, no que se le otorguen con fondos provenientes de uno de los pocos premios importantes para la poesía, a raíz de una decisión que sin duda levantará ámpula.
Si este poeta dueño de una larga y destacada trayectoria no ha recibido, como tantos otros artistas nuestros, el reconocimiento y el apoyo que merece, es preciso reclamarle a la sociedad y al Estado mexicanos que se repare tan grave omisión. Se trata, de hecho, de un asunto de política cultural que es urgente discutir y solventar. Habría incluso que demandar, para ir al fondo del asunto, la ampliación de las plazas eméritas en el SNCA y/o la creación de fondos especiales destinados a este fin. Me sumo desde ahora, con el mayor entusiasmo, a cualquier iniciativa que busque enmendar el descuido imperdonable cometido en contra de la obra y la figura de Gerardo Deniz. Pero entregarle el dinero de un premio en el que no participó es injusto para él y para el certamen mismo. Además, va contra el espíritu y la letra de la Convocatoria, que establece: “El Premio puede ser declarado desierto, en cuyo caso las instituciones convocantes se reservan la decisión de emplear el recurso económico correspondiente para apoyar actividades de fomento a la literatura.” Destinar el monto del premio a Gerardo Deniz no es, por donde quiera verse, una actividad de fomento a la literatura sino una acción insuficiente de apoyo a un escritor que, insisto, merece con creces ser creador emérito del SNCA y recibir reconocimientos públicos organizados ex profeso.
En todo caso, y en atención al propósito de la Convocatoria, los 250,000 pesos del certamen declarado desierto deberían destinarse a incrementar los acervos de poesía en algunas bibliotecas del interior del país, incluidos los títulos indispensables de Gerardo Deniz; de esta forma se daría impulso, de la mejor manera imaginable, al conocimiento y la difusión de nuestros poetas mejores. O bien podrían emplearse para llevar talleres de creación a los estados que más los necesitan, como Durango, Chiapas, Guerrero y tantos otros, lo cual serviría para comenzar a recomponer el estado de salud de la poesía mexicana, que según el diagnóstico del jurado es francamente grave.
http://loselementosdelreino.blogspot.com/2008/02/eduardo-hurtado-acerca-del-premio-de.html
BOCCANERA: LAS PUERTAS ABIERTAS POR CASA
Francisco G. Navarro
Cienfuegos, Cuba. Cuando en enero de 1976 recibió el Premio Casa de las Américas con su poemario Contraseña, el joven argentino Jorge Boccanera ni siquiera sospechó las puertas que aquel lauro literario le abriría en los próximos meses.
Así lo confesó el poeta a Prensa Latina en diálogo que casi pisa las arenas de la bahía de esta ciudad del centro-sur de la Isla, adonde 32 años después regresó como jurado del propio galardón de las letras latinoamericanas y caribeñas.
El premio le llegó con dos meses de antelación a la dictadura militar que lo induciría a tomar el camino del exilio, en un viaje por tierra hasta México que le tomó medio año, recuerda el poeta.
Durante ese peregrinar, además de la hospitalidad de quienes le recibían, el Premio Casa le valió como una carta de presentación en escenarios académicos y literarios, y aprovechó para denunciar las desapariciones de varios escritores argentinos a manos de los represores.
Boccanera (Bahía Blanca, 1952) rememora su paso por la Universidad de La Cantuta, lugar años más tarde de una masacre del gobierno de Fujimori en Perú, y un Congreso Nacional de Escritores en Panamá, al cual no estaba invitado.
Dialogar una hora con un poeta argentino sin mencionar a Juan Gelman y Jorge Luis Borges le restaría validez a una entrevista. Ambos se cruzaron con la existencia poética del autor de Marimba (1996), pero dejando estelas muy diferentes.
Cuando se refiere al primero Boccanera dice sencillamente Juan, como si se tratara del tío más querido o el vecino mejor llevado.
Por un lado está amistad y por otro el respeto, la admiración y la sorpresa por una obra que no deja de producir, seguir trabajando su poesía es para mi una aventura muy interesante, comenta sobre la lírica del Premio Cervantes.
Su poesía tiene la música de las preguntas, como los dientes de un engranaje que va moliendo las obsesiones del bardo: exilio, pérdidas, amor y lucha por la dignidad, afirma el autor del ensayo Confiar en el misterio. Viaje por la poesía de Juan Gelman.
Dentro de la crítica, y me incluyo, resulta muy difícil trabajar sus últimos libros porque contienen elementos muy novedosos; no alcanza identificar que herramientas emplea Gelman, sino que logra con ellas. Los críticos no estamos preparados para él, añade.
A Borges lo conoció un día, pero sólo eso. "Tuvimos una pequeña conversación y no creo que le interesara mucho el diálogo con la gente joven, además no es de los poetas que me conmueven, porque no se abisma en los misterios de la poesía".
Si bien tiene una labor con el lenguaje que reconozco, me parece un poeta de ideas, trabaja con conceptos, y aunque pueda parecer una blasfemia para sus admiradores a mí no me pasa nada con Borges, sostiene al enjuiciar el legado del autor de El Aleph.
Más allá de su gran erudición escribe sobre una red tejida de mitos, leyendas, personajes históricos, un mundo referencial que le da cierta seguridad, sostiene.
Por eso a Borges no le gustaban poetas que a mí me gustan mucho, como Federico García Lorca y Oliverio Girondo (Buenos Aires 1891-1967), dos que se abisman y entran en territorio desconocido, acota.
Puesto a autodefinirse, Jorge Boccanera acepta ser un escritor que asume varias manifestaciones, pero poeta es lo que mejor le va. El eje de todo lo que hago es la libertad concedida por la poesía para prolongar la escritura hacia otros ámbitos de la creación; resulta como un núcleo, una oxina importante que me ha dado plasticidad en el lenguaje, apunta al definir su quehacer literario.
Autor de al menos una decena de poemarios, dos piezas teatrales y par de ensayos, Boccanera se mueve con igual soltura en una parcela literaria con rasgos eclécticos como son las historias de vida.
Confiesa su gusto por el género y piensa que se debe a las historietas de Germán Ohesterheld —el más grande autor argentino de cómics desaparecido por la dictadura junto a sus cuatro hijas en 1977-, sus primeras lecturas en la casa su abuelo peluquero.
Ohesterheld condensaba cada historia en 10-12 páginas de una sola edición, no ponía el clásico continuará, y eso es lo que hago con las historias de vida, señala. En la manera de contarlas interviene mucho el relato, el reportaje, la poesía en la manera de metaforizar, el teatro en las situaciones de los personajes, la narrativa, la información periodística. Es un cruce, asegura al enumerar los ingredientes del coctel.
Jorge Boccanera escribe una novela y espera que este año vea la luz su próximo poemario, el cual presiente raro para los poetas argentinos, de tan urbanos que son. A los cubanos les va a gustar por su título Palma real, llevo 10 años trabajándolo y lo concebí en medio de un follaje exuberante en Costa Rica, un escenario donde la selva en vez de crecer imagina, algo que nosotros desconocemos, adelanta el autor.
Boccanera asume una sola religión: las palmeras. "Veo una y me dan ganas de arrodillarme, esa manera como de mover el cabello, de salir a recibir el visitante, ese donaire de reina que tiene".
Prensa Latina, www.prensa-latina.cu/print.asp?ID=%7BDC6EA451-7D2A-4876-B415-EA8BB138D448%7D&language=ES&user=guest
Próximos números:
Ángel González (1925-2008)
90 años de Gonzalo Rojas
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EL CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES
a través de la
Coordinación Nacional de Literatura
del Instituto Nacional de Bellas Artes
y la Editorial Praxis
invitan a la presentación del libro
Jaime Sabines. Entre lo tierno y lo trágico
del poeta y ensayista sinomexicano
Óscar Wong
el miércoles 20 de febrero, a las 19 horas,
en la sala Adamo Boari
del Palacio de Bellas Artes
(Eje Central y Av. Hidalgo, Centro Histórico de la Ciudad de México)
BOCCANERA: LAS PUERTAS ABIERTAS POR CASA
Francisco G. Navarro
Cienfuegos, Cuba. Cuando en enero de 1976 recibió el Premio Casa de las Américas con su poemario Contraseña, el joven argentino Jorge Boccanera ni siquiera sospechó las puertas que aquel lauro literario le abriría en los próximos meses.
Así lo confesó el poeta a Prensa Latina en diálogo que casi pisa las arenas de la bahía de esta ciudad del centro-sur de la Isla, adonde 32 años después regresó como jurado del propio galardón de las letras latinoamericanas y caribeñas.
El premio le llegó con dos meses de antelación a la dictadura militar que lo induciría a tomar el camino del exilio, en un viaje por tierra hasta México que le tomó medio año, recuerda el poeta.
Durante ese peregrinar, además de la hospitalidad de quienes le recibían, el Premio Casa le valió como una carta de presentación en escenarios académicos y literarios, y aprovechó para denunciar las desapariciones de varios escritores argentinos a manos de los represores.
Boccanera (Bahía Blanca, 1952) rememora su paso por la Universidad de La Cantuta, lugar años más tarde de una masacre del gobierno de Fujimori en Perú, y un Congreso Nacional de Escritores en Panamá, al cual no estaba invitado.
Dialogar una hora con un poeta argentino sin mencionar a Juan Gelman y Jorge Luis Borges le restaría validez a una entrevista. Ambos se cruzaron con la existencia poética del autor de Marimba (1996), pero dejando estelas muy diferentes.
Cuando se refiere al primero Boccanera dice sencillamente Juan, como si se tratara del tío más querido o el vecino mejor llevado.
Por un lado está amistad y por otro el respeto, la admiración y la sorpresa por una obra que no deja de producir, seguir trabajando su poesía es para mi una aventura muy interesante, comenta sobre la lírica del Premio Cervantes.
Su poesía tiene la música de las preguntas, como los dientes de un engranaje que va moliendo las obsesiones del bardo: exilio, pérdidas, amor y lucha por la dignidad, afirma el autor del ensayo Confiar en el misterio. Viaje por la poesía de Juan Gelman.
Dentro de la crítica, y me incluyo, resulta muy difícil trabajar sus últimos libros porque contienen elementos muy novedosos; no alcanza identificar que herramientas emplea Gelman, sino que logra con ellas. Los críticos no estamos preparados para él, añade.
A Borges lo conoció un día, pero sólo eso. "Tuvimos una pequeña conversación y no creo que le interesara mucho el diálogo con la gente joven, además no es de los poetas que me conmueven, porque no se abisma en los misterios de la poesía".
Si bien tiene una labor con el lenguaje que reconozco, me parece un poeta de ideas, trabaja con conceptos, y aunque pueda parecer una blasfemia para sus admiradores a mí no me pasa nada con Borges, sostiene al enjuiciar el legado del autor de El Aleph.
Más allá de su gran erudición escribe sobre una red tejida de mitos, leyendas, personajes históricos, un mundo referencial que le da cierta seguridad, sostiene.
Por eso a Borges no le gustaban poetas que a mí me gustan mucho, como Federico García Lorca y Oliverio Girondo (Buenos Aires 1891-1967), dos que se abisman y entran en territorio desconocido, acota.
Puesto a autodefinirse, Jorge Boccanera acepta ser un escritor que asume varias manifestaciones, pero poeta es lo que mejor le va. El eje de todo lo que hago es la libertad concedida por la poesía para prolongar la escritura hacia otros ámbitos de la creación; resulta como un núcleo, una oxina importante que me ha dado plasticidad en el lenguaje, apunta al definir su quehacer literario.
Autor de al menos una decena de poemarios, dos piezas teatrales y par de ensayos, Boccanera se mueve con igual soltura en una parcela literaria con rasgos eclécticos como son las historias de vida.
Confiesa su gusto por el género y piensa que se debe a las historietas de Germán Ohesterheld —el más grande autor argentino de cómics desaparecido por la dictadura junto a sus cuatro hijas en 1977-, sus primeras lecturas en la casa su abuelo peluquero.
Ohesterheld condensaba cada historia en 10-12 páginas de una sola edición, no ponía el clásico continuará, y eso es lo que hago con las historias de vida, señala. En la manera de contarlas interviene mucho el relato, el reportaje, la poesía en la manera de metaforizar, el teatro en las situaciones de los personajes, la narrativa, la información periodística. Es un cruce, asegura al enumerar los ingredientes del coctel.
Jorge Boccanera escribe una novela y espera que este año vea la luz su próximo poemario, el cual presiente raro para los poetas argentinos, de tan urbanos que son. A los cubanos les va a gustar por su título Palma real, llevo 10 años trabajándolo y lo concebí en medio de un follaje exuberante en Costa Rica, un escenario donde la selva en vez de crecer imagina, algo que nosotros desconocemos, adelanta el autor.
Boccanera asume una sola religión: las palmeras. "Veo una y me dan ganas de arrodillarme, esa manera como de mover el cabello, de salir a recibir el visitante, ese donaire de reina que tiene".
Prensa Latina, www.prensa-latina.cu/print.asp?ID=%7BDC6EA451-7D2A-4876-B415-EA8BB138D448%7D&language=ES&user=guest
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EL CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES
a través de la
Coordinación Nacional de Literatura
del Instituto Nacional de Bellas Artes
y la Editorial Praxis
invitan a la presentación del libro
Jaime Sabines. Entre lo tierno y lo trágico
del poeta y ensayista sinomexicano
Óscar Wong
el miércoles 20 de febrero, a las 19 horas,
en la sala Adamo Boari
del Palacio de Bellas Artes
(Eje Central y Av. Hidalgo, Centro Histórico de la Ciudad de México)
Participan:
Alicia Quiñones, Dulce Chiang, Sabina Sarmiento y el autor
Modera: Carlos López
Alicia Quiñones, Dulce Chiang, Sabina Sarmiento y el autor
Modera: Carlos López
Entrada libre