lunes, 31 de marzo de 2008

120: juan gelman, premio cervantes 2007 (II)/ isabel quiñónez (1949-2007)




atisbos

“ACOSTUMBRO A DECIR QUE EL ÚNICO TEMA DE LA POESÍA
ES LA POESÍA”
Julio Herranz


Ha sido la figura más solicitada por los medios en la I Trobada Internacional de Literatura Eivissa, Port Mediterrani del Llibre, que, precisamente, Juan Gelman (Buenos Aires, 1930) clausuró ayer en Can Ventosa con un recital antológico de su obra. Avalado en España sobre todo por el reconocimiento del Premio Cervantes de 2007, ha disfrutado de Eivissa con sencillez, entusiasmo, buen humor y buena dosis de paciencia con todos aquellos que solicitábamos una entrevista, una dedicatoria o, simplemente, poder saludarle e intercambiar unas palabras de felicitación con el gran vate latinoamericano.

¿Conocía Eivissa, qué impresión previa tenía de la isla?
No, es la primera vez que venía a la isla, y me parece un sitio estupendo. Lo que le puedo decir de impresión previa es que cuando comenté a unos amigos que venía a Eivissa por primera vez me dijeron «Cómo te envidio». Y bueno, la imagen que la isla esparce por el mundo es la de los antros, la droga y tal, pero llega uno aquí y se encuentra con otra cosa; unas playas estupendas, un mar estupendo, una ciudad vieja estupenda, e incluso la nueva, aunque haya cambiado un poco el rostro, ¿no? Ha sido una grata sorpresa, realmente.
¿Y, desde luego, no la asociaba con la literatura?
Puede resultar algo sorprendente, si, pero es merecido. Acá hay tanto caudal histórico que no puede ser menos que eso. Cuando me invitaron a este festival, lo que me conmovió es que lo convocara una librería, con el apoyo inmediato del Ayuntamiento. Ojalá la iniciativa tenga continuidad, porque le da a la isla otro rostro del que comúnmente se cree que es.
¿Qué le parece que en una isla acusada de frívola las dos figuras centrales de su festival literario sean dos poetas tan serios como Raúl Zurita y usted?
Pero me parece extraordinario ese contraste; así es la vida, ¿no?
¿Cree que puede haber poesía sin dolor?
Sí, lo creo; el dolor no es fuente de la poesía. El dolor, como la alegría, puede estar presente o no, pero la fuente de la poesía es otra, nace de otras cosas, de una necesidad de expresión, de obsesiones...
Sin el dolor, ¿su poesía sería lo que ha llegado a ser?
No sé lo qué sería, francamente, pero quién sabe. Lo que le ocurre a uno en la biografía, si está presente, es de todos modos bastante sutil y distinto, porque el motor que impulsa la escritura no es el dolor ni la felicidad, sino la necesidad de expresión; en mi caso por lo menos. La obsesión que causa la realidad que hace que la imaginación interrogue la vida y de ahí nazca la expresión posible.
¿Qué le preocupa más en poesía, la forma o el fondo?
A mí la poesía comprometida no me interesa; me interesa la poesía casada con la poesía. Acostumbro a decir que el único tema de la poesía es la poesía, y por eso puede hablar de todo; hasta de amor puede hablar. Fíjese, de Safo a la fecha, dos mil quinientos años ya, se han escrito millones y millones de poemas de amor que no le llegan ni al taco de las sandalias a los pocos fragmentos de ella que se han podido recuperar ni al único poema entero recuperado.
Quiero decir que el tema no hace a la poesía. Es obvio decirlo, pero con el mismo tema se puede escribir una gran obra o algo absolutamente deleznable. Lo mismo con cualquier arte. Además, mire, la verdad, en América Latina, a raíz de la revolución cubana nos inundaron en los años sesenta y setenta de una cantidad de panfletos que para qué le voy a contar. No se escribe con buenas intenciones, muy respetables, por otra parte.
La poesía no es una cuestión de voluntad; se escribe lo que se puede, no lo que se quiere. Yo no me embarqué nunca en lo que llaman poesía comprometida. Como decía Paul Eluard, escribo cuando la cicunstancia exterior coincide con la circunstancia del corazón.
¿Atiende, pues, cuando le visita la musa?
Bueno, más bien cuando visita la moza. Quiero decirle que viene una señora, sucia de besos y arena, como decía Lorca, y uno la tiene que recibir, porque si no se va.
¿Considera su obra cumplida; tiene aún necesidad de seguir escribiendo?
Sí, pero me gustaría agarrar la poesía por la cola alguna vez. Entonces, como soy terco y soy de Tauro, insisto.

No parece que el haber ganado el mayor premio literario de la lengua castellana haya afectado al carácter y a la manera de ver el mundo de Juan Gelman. Es la conclusión que uno saca tras compartir con el último Premio Cervantes algunos ratos entrañables en los distintos escenarios en los que ha tenido lugar esa osada apuesta de Eivissa, Puerto Mediterráneo del Libro (o en catalán, como gusten).
Por su exquisita educación a la antigua, sus maneras de gentilhombre ilustrado, su generosidad hacia todos los que se acercaban a él y su elegante sentido del humor, con una ironía inteligente y amable, el poeta argentino luce sin asomo de vanagloria el título de caballero humanista de las letras. De la poesía, pero sin adjetivos, por muy nobles que sean, como bien defiende en la entrevista.
Su presencia y su figura son los mejores embajadores de su poesía; así que, reconociendo mi imperdonable déficit lector con ella (son tantos los libros y autores que uno tiene pendiente; una vida no da para mucho si uno tiene que atender a oficios absorbentes como el periodismo), me ha dejado con hambre de conocerla más y mejor. Gracias, pues, querido amigo.

Última Hora, Ibiza, España, núm. 3265, 17 de marzo de 2008,
www.ultimahora.es/ibiza/segunda-ib.dba?-1+1010+428979

JUAN GELMAN: VIDA Y OBRA DE UN POETA
S.F.

Muchos adolescentes recitaban de memoria los versos del Poema del Mío Cid o el lorquiano Romance sonámbulo (“verde que te quiero verde”) sólo para aprobar esa bendita materia de la escuela secundaria llamada Literatura española, en los primeros años de la década del ’80. El periodista y poeta Pablo Montanaro no fue la excepción a esta “regla” escolar, pero de pronto descubrió que disfrutaba de los versos de un poeta argentino como nunca antes había imaginado. “Sentía que era único, que no había nada semejante. El me hizo descubrir dónde estaba la poesía y recuerdo cómo me estremeció ese poema en el que dice: ‘Esa mujer se parecía a la palabra nunca’...”, cuenta el autor de Esperanza, utopía y resistencia (Lea), una biografía y guía de lectura sobre la vida y la obra de Juan Gelman. Pero Montanaro no fue el único joven que empezó a transitar el camino de la poesía con los libros del autor de Cólera buey debajo del brazo. Toda una generación empezaba a deslumbrarse por la manera en que Gelman usaba el lenguaje, cómo escondía un cierto misterio, pero al mismo tiempo iluminaba, expandiendo los sentidos de la imaginación.
Montanaro repasa el itinerario vital y poético de Gelman. Muestra al chico de ocho años que pasó varios días leyendo un libro que eligió de la biblioteca de su hermano Boris, Humillados y ofendidos, de Dostoievski; al pibe de nueve años que se enamoró de la vecinita del barrio, tres años mayor que él y a la que intentó conquistar con poemas de Almafuerte, pero se los mandaba como si los hubiera escrito él; al adolescente hincha de Atlanta y habitué de las milongas que se incorporó a las filas del Partido Comunista y que con un grupo de jóvenes narradores y poetas editó la revista Muchacho. El estudiante que desertó a tiempo de la Facultad de Química para dedicarse a la poesía; el fundador, junto con otros militantes del PC, del grupo Pan Duro, que tenía como objetivo editar sus propios libros (el primero fue Violín y otras cuestiones); la ruptura con el PC y el ingreso a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que se fusionaría en Montoneros. Y la condena a muerte de la Triple A, la desaparición de su hijo Marcelo y de su nuera (embarazada de seis meses), el exilio, el reencuentro con su nieta y con el país (en los libros Valer la pena y País que fue será), el reconocimiento y los premios.
“Trato de reflejar la emoción que me provoca la poesía de Gelman”, explica Montanaro en la entrevista con Página/12. “Me interesa cómo poetiza el dolor, cómo no cae en la tentación de convertirlo en odio y consigue hacer poesía con su tragedia personal y el dolor de un país.”

¿Cómo definiría la poética de Gelman?
En Relaciones hay un epígrafe de uno de los heterónimos que utilizó Gelman, José Galván, que sintetiza su poética: “Hay que hundir las palabras en la realidad hasta hacerlas delirar como ella”. Es esa búsqueda y obsesión que plantea cuando dice que la poesía es lenguaje calcinado; esa sensación de que siempre está buscando la poesía y no lograrla atraparla, porque “¡esa señora se acuesta con tantos!” (risas). Me acuerdo de unos versos que dicen: “Hay un hombre que busca una palabra y no la encuentra”; todo el poema, en Gelman, consiste en esa búsqueda.
¿Por qué piensa que Gelman queda a salvo de que la política y lo ideológico no interfieran en su poesía de un modo panfletario, como ha ocurrido con otros poetas de la generación del ’60?
La poesía es el único tema posible y él trata de reflejar las circunstancias internas y externas de las que hablaba Paul Eluard. Gelman tiene una mirada poética que va más allá de las coyunturas; nunca escribió bajo dogmas ni cuando militó en el Partido Comunista ni cuando estuvo vinculado con Montoneros. El supo dividir bien las aguas: su adhesión a la lucha armada está enfocada en otros lugares, en la acción directa o en la reflexión sobre esas acciones, y la poesía va por otro camino. El hecho poético es ese espacio necesario y vital del hombre, del creador. No obstante se me ocurre que poesía y coraje son dos palabras que están marcando su acción política, su militancia y su creación.
¿Cómo explica el redescubrimiento de la poesía de Gelman en estos últimos años?
La obra de Gelman recorre también la historia del país; su poesía refleja la historia de encuentros, desencuentros y de contradicciones de la Argentina. Su obra atraviesa las entrañas de una sociedad difícil, contradictoria. El reconocimiento pasa por ahí, pero también porque la obra de Gelman es la más brillante de la poesía argentina.
¿En qué libros percibe un cambio en los vínculos entre el poeta y el país?
Para mí Gelman se reencuentra y se reconcilia con la Argentina en sus últimos dos libros: Valer la pena y País que fue será, en los que volví a sentir la potencia del poeta de Cólera buey. En sus últimos poemas Gelman se vuelve más reflexivo e íntimo, piensa y analiza su relación con la poesía y con el país. Pero además uno no puede dejar de mencionar el exilio, que lo llevó a poetizar el silencio a través de la traducción o de las reescrituras. Siempre estuvo lleno de la Argentina y nunca sacó los pies fuera del alma del país.
Página 12, Buenos Aires, 29 de julio de 2006

testimonios

ARTE POÉTICA
Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío,

como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del, alma,
cuando la enfermedad hunde las manos.

A este oficio me obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los pañuelos saludadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.

Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,
rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte.

OFELIA
Esta ofelia no es la prisionera de su propia voluntad
ella sigue a su cuerpoespléndido como un golpe de vino en medio de los hombres
su cuerpo estilo renacimiento lleno de sol de Italia pasa por buenos aires
ofelia yo en tus pechos fundaría ciudades y ciudades de besos
hermosas libres con su sombra a repartir con los amantes mundiales
ofelia por tus pechos pasa como un temblor de caballadas a medianoche por Florencia
tus pechos altos duros come il palazzo vecchio
una tarde de verano de 1957
iba yo rodeado de tus pechos sin saberlo
era igual la delicia la turbación el miedo
las sombras empezaban a andar por las callejas con un olor desconocidoalgo como tus pechos después de haber amadoeras oscura ofelia para entonces y enormemente tristeuna adivinación una catástrofeun oleaje de olvido después de la ternurauna especie de culpa sin castigode furia en paz con su gran guerraandabas por Florencia con tus pechos yendo y viniendo por las sombrascon saudade de mí
y ellas venían a mi sangreo eran un temblor como un presagio
gracias te sean dadas ojos míos
yo les beso las manos bésoles muy los pies
gracias narices muchas gracias oídos con que escucho los ruidos
de la ofeliaantes apenas era una ciudad de Italia
sus tiros me llenaban de otra desgracia el corazón.

ORACIÓN
Habítame, penétrame.
Sea tu sangre una con mi sangre.
Tu boca entre a mi boca.
Tu corazón agrande el mío hasta estallar.
Desgárrame.
Caigas entera en mis entrañas.
Anden tus manos en mis manos.
Tus pies caminen en mis pies, tus pies.
Ardeme, árdeme.
Cólmeme tu dulzura.
Báñeme tu saliva el paladar.
Estés en mi como está la madera en el palito.
Que ya no puedo así, con esta sed
quemándome.

Con esta sed quemándome.

La soledad, sus cuervos, sus perros, sus pedazos.

ANCLAO EN PARÍS
Al que extraño es al viejo león del zoo,
siempre tomábamos café en el Bois de Boulogne,
me contaba sus aventuras en Rhodesía del Sur
pero mentía, era evidente que nunca se había movido del
Sahara.

De todos modos me encantaba su elegancia,
su manera de encogerse de hombros ante las pequeñeces
de la vida,
miraba a los franceses por la ventana del café
y decía "los idiotas hacen hijos".

Los dos o tres cazadores ingleses que se había comido
le provocaban malos recuerdos y aun melancolía,
“las cosas que hace uno para vivir" reflexionaba
mirándose la melena en el espejo del café.

Sí, lo extraño mucho,
nunca pagaba la consumición,
pero indicaba la propina a dejar
y los mozos lo saludaban con especial deferencia.

Nos despedíamos a la orilla del crepúsculo,
él regresaba a son bureau, como decía,
no sin antes advertirme con una pata en mi hombro
"ten cuidado, hijo mío, con el París nocturno".

Lo extraño mucho verdaderamente,
sus ojos se llenaban a veces de desierto
pero sabía callar como un hermano
cuando emocionado, emocionado,
yo le hablaba de Carlitos Gardel.

TEORÍA SOBRE DANIELA ROCCA
he aquí que daniela un día conversó con los ángeles
ligeramente derrumbados sobre sus senos góticos
fatigados del trance pero lúcidos lúbricos
y daniela advertía sus símiles contrarios
las puertas que se abren para seguir viviendo
las puertas que se cierran para seguir viviendo
en general las puertas sus misiones sus ángulos
ángulos de la fuga las fugas increíbles
los paralelogramos del odio y del amor
rompiéndose en daniela para dar a otra puerta
con la ayuda de drogas diversas y de alcoles
o de signos que yacen debajo del alcol
o daniela sacándose los corpiños sacándose
los pechos distanciados debido al ejercicio
del amor en contrarias circunstancias mundiales
daniela rocca loca dicen los magazines
de una pobre mujer italiana por cierto
que practicaba métodos feroces del olvido
y no mató a sus padres y fue caritativa
y un día de setiembre orinó bajo un árbol
y era llena de gracia como santa maría

LAMENTO POR LA TÓRTOLA DE BUTCH BUCHANAN
el pobre butch buchanan pasó sus años últimos
cuidando a una tórtola ciega y sin querer ver a nadie
en solidaridad con el pájaro al que amaba y cuidaba
y a veces aleteaba en su hombro dejando caer
un dulce sonido a naranjos azules girando por el cielo
a demonios de pie sobre un ratón
a monos de piedra sorprendidos en el acto de hacer

"oh tórtola" decía butch buchanan. "amas la ceguera
y yo convertí mi corazón en ceguera
para que vueles alrededor de él y te quedes"
pero lo que debe desaparecer
todo lo que se masca come chupa bebe o saborea,
venía con el crepúsculo y tristeza para butch
tristeza para butch.

el cual:
soñaba con el desierto sembrado de calaveras de vaca
los castillos de arena instantánea o polvo rápidamente
quieto en tierra
los oleajes (como de serpiente) del tiempo en Melody
Spring
y los antepasados que ya no conocían el dolor ni el dolor
de la muerte
y hablaban un idioma lento amarillo feliz
como un lazo de oro en el cuello

noches y noches soñó butch butchanam
hasta que supo que iba a morir
enfiló su cama hacia el sur y se acostó de espaldas al cielo
y dejó escrito en la tórtola que lo enterraran de espaldas
al cielo
y aquí yace de espaldas al cielo mirando todo lo que baja
y sube en Melody pueblo de miserables que:

degollaron la tórtola la asaron la comieron
y comprobaron con cristiano horror
que los miraba desde el plato
con el recuerdo de sus ojos

*

las aguas de tu vientre cantan al fondo del país/
así estás hecha/
hoy que la lluvia duele
en todo el mundo te posás/

¿dónde escribís tus estaciones?/
¿las trémulas de tu candor?/
¡panadera!/

¡brillás para que nadie sufra!/
¡amigás compañías que empiezan en tu piel!/
¡como penumbras del furor!/

¡así a tus pechos viene el ido!/
¡el que pasaba por tus jugos contra
la olvidación!/
¡apretando los huesitos prestados!

*

la secreta dulzura del dolor
es transparencia/ sale
de la furiosa resignación del sueño/
suena en la boca del perdido

en su origen/ en su
rumor de inexistencia que
le clava la cabeza al gran espanto/
al doble andar/ al doble hilo/ a la

no verdad del estar como no estar/
el vuelo torpe que los cría/
lo que rompe la luz/ memoria

confusa por sus números/
pecho que dura como huella/
la nada que te ama

JOSEPH BRODSKY
Cuando un poeta se posa sobre el mundo lo desplaza.
Cuando el pájaro muere, ¿qué pasa?
A lo mejor le falló el corazón por instalar su levedad en su suelo.
0 tenía la memoria cargada con cada vuelo que voló.
En el café Colón de Malabia y Corrientes
los parroquianos conocen la lentitud del tiempo,
el dolor del cariño, la ficción de ser otra cosa, la mesa
donde Joseph Brodsky se para y dice que el exilio fue hoy,
que no hay espanto mayor que el de animal recorriendo su cueva,
que pesan hoscamente los que cayeron combatiendo y que
no hay heridas, sino una gran herida que nadie puede /cerrar.
¡Habráse visto!
¡Como si el pájaro no recoriera las cortinas del cuarto
para que entrase el sol!
¡El sol de nada, la huella infinita de la piedra
en cada pobre amor!
Tendrías que haberte quedado más, aquí,
Joseph o cosmos descuidado,
a la intemperie de costumbre.
No se arrancó del país y yace
lleno de entender todo.


zonas

ISABEL QUIÑÓNEZ (1949-2007)
Fátima Fernández Christlieb


El 29 de octubre 2007 dejó de latir el corazón de la poeta Isabel Quiñónez. Cinco semanas después, sus hermanas invitaron a un homenaje póstumo antes de depositar sus cenizas en una funeraria de la colonia San Rafael. Insólito es el adjetivo con que puede ser calificado ese acto. Lo usual, en este tipo de conmemoraciones, es resaltar aciertos personales y subrayar las virtudes de una obra. Aquí la obra pasó desapercibida y lo resaltado fue una serie de datos y recuerdos para “entender por qué era como era”, en palabras de Marina, su hermana mayor.
¿Cómo era esta mujer nacida el 17 de julio de 1949 en San Pedro Sula, Honduras? Sólo ella lo supo. La fuente creativa de los verdaderos poetas es un completo misterio para los otros. Los testimonios de quienes la conocimos son fragmentos, angulitos, momentos de una vida, manifestaciones intermitentes de un todo inaccesible.
En un disco compacto, presentado el pasado 9 de diciembre, las hermanas colocaron fotos de infancia, registros de escuelas, amistades, parejas, la interpretación de su llegada a México y algo inusitado: relatos sobre la hostil y compleja relación de Isabel con su madre.
La semilla de la poesía tal vez se depositó en esa niña cuando los padres rompieron abruptamente su convivencia. Él, empresario y dueño de una librería, permaneció en Honduras. Ella, mujer de sociedad, salió con sus dos niñas a México y se hospedó con unos paisanos. Los días fueron difíciles. Isabel de cuatro, cinco, seis años extrañaba la amplitud y calidez de su primer hogar, le hacía falta su papá y padecía los desasosiegos maternos. Siete años después de su llegada al Distrito Federal, la mamá se casa de nuevo. Cuando Isabel tiene 10 años, nace Norma, su nueva hermana. En esa época, la futura poeta lee todo el tiempo. La madre se enfada. La quiere jugando como las demás niñas. Los años corren y los reclamos maternos aumentan: “¿Por qué te pones eso?... Estás muy gorda… ¿Por qué eres así?... Sé más normal…”. A los 21 años, su mamá le exige una prueba de embarazo e Isabel se va de la casa. Encuentra a Carlos, a quien años después le dedicará Alguien maúlla (FCE, 1985). Es probable que las adversidades continuaran alimentando su espíritu poético. Carlos muere a los 45 años de edad cuando ella, de 35, se siente plena junto a él. Varios poemas de Esa forma de irnos alejando (Universidad Veracruzana, 1989) se gestaron a partir de él y de su muerte. El libro está dedicado a Roberto, el padre de Paloma, la única hija de Isabel.
Antes de estos dos poemarios, en La Máquina de Escribir se publicó Extracción de la piedra de la locura (1979) y ¿Será esto el mar? (UNAM, colección Punto de Partida, 1984), eran los años de los talleres con Juan Bañuelos y Carlos Illescas. Encarrilada en la maternidad, lucha para mantener su cuerpo en armonía. El potasio baja, los medicamentos suben, el amor se escapa. En 1996, Breve Fondo Editorial dio a conocer Así en la tierra. Luego vendrían periodos negros, una hipocalemia hace estragos, la escritura se vuelve ocasional hasta que se recupera para emerger de nuevo, con fuerza y madurez. Dejó un libro terminado.
Más allá de sus poemas y de algunas investigaciones históricas, redactó textos como la serie titulada La musa ha terminado, escrita durante 1990 y publicada en la revista de libros del periódico El Nacional. Ahí se aprecia la forma en que estudiaba a los autores que le interesaban, ahí se ve cómo intenta desentrañar, por ejemplo, a William Cowper, poeta romántico del siglo XVIII inglés. También dedica otras partes de esta serie a Cavafis, analizando lo que Auden y Yourcenar escribieron sobre él. Todo ello, tantas lecturas a las que se pueden añadir Ezra Pound, Yeats, Odysseas Elytis, Paz, T.S. Eliot, Gorostiza, Matsuo Basho le ayudaron a construir técnicas para transmutar su dolor, para anclarse en la vida, para crear. Su poesía está a la vista. Que cada quien emita su propio juicio.
Isabel trabajó tres décadas en el Departamento de Estudios Históricos del INAH. Estudiaba la maestría en historia cuando el 3 de octubre de 2007 le detectan cáncer en el páncreas. Al final de ese mes se fue. No murió, porque si hay seres que no pueden morir son los poetas.

ÚLTIMOS POEMAS

I
Dios es la sombra de la luz
y nos acecha.

II
Todo objeto da silencio,
tiene la nobleza
que maldice la existencia.

III
Parecen pájaros las hojas,
cuando la luz tan plena,
el jardín es,
¿o es la complacencia?
... yo diría: aire!,
pero es ensoñación y llena de vidas
en su sangre es
y burbujea de luz,
y por la luz se ensancha
la vida que sucede por las hojas.

IV
Fresco gris íntegro de azules,
plena potestad,
la lluvia
aísla y vuelve a unir
cuanto es corpóreo.
Agua y tierra
alzan la grisalla que derrota todo,
excepto el aire
que al llover despliega:
floraciones animales, esencia de hojas
corolas terrestres.
Toda lluvia abre intersticios,
transparece, lava el cielo
avisando el sereno adentramiento,
ese estado musical
que viene tras la lluvia.


V
La capacidad de ser,
está en el tiempo
(no en los frutos),
cuando uno se siente entero
el que existe íntegramente
es él, no uno.

Los poemas que aquí aparecen forman parte del libro Árboles adentro, de próxima aparición.

Nexos, núm. 362, febrero de 2008

ENTRADA AL JARDÍN DE LAS DELICIAS
Y dijo Dios:
"Haya un firmamento por encima de las aguas",
y atardeció, y en la penumbra
fue despertando el sueño,
y mis labios comenzaron a moverse;
vi las esferas luminosas que la música rodaba:
caían, translúcidas frutas inmaduras,
y en sus pulpas iban hombres degustándose,
delicado era el sonar de las esferas
al sumergirse en las aguas
donde todo se refleja;
yo, en una barca, coronada de narcisos disfrutaba
y en la embarcación iban también las risas burlonas de los
niños,
de los fantasmas, de los trasgos,
las vindictivas risas donde el firmamento palpitaba,
y yo, bogando, percibiendo,
comencé a cantar el sueño gozosamente articulado:
a lo lejos una vieja ciudad calva —y relámpagos—
se iba derrumbando.
www.magogris.com, núm. 10-11
noviembre-diciembre 1999

ME ABRES
Nadie, ni el silencio,
me abre como tú,
ni el tiempo

MI LENGUA SE ADORMECE
Llueve en el cuartoen la playa de telas desoladaslluevesobre las sábanas blanquísimassobre mi carne que puede ser tan dulce
Más allá de la ventana puedo vertey me consumoaquídonde relampaguea relumbran los gatos empapadosmíralos encenderse irse en fuegolos ojos en los ojosóyelos revolcarse mójateque yo te mireaunque imagine al mismo tiempoalgo que pudiera sustituirtecon ventaja
En la sombra estoy y tras las bardaspuedo ver las concubinasen sus habitaciones consumiéndosesolitarios se hallan los jardinesespesados en aromaspuedo acercarme a sus espejosenciendo los carbunclos
Ya nos acercamos al Cuarto PimientaIrritamos el recinto de los órganos madurosdonde los peces que relumbrany las aves que vuelan y se miransobre las paredes rojas de tapicespudieran las nereidas y sus pechoslos unicornios y sus vírgenesahí se estira un animal morenogozoso me empuja con su cuellolos dos nos vamos a lo tibioy sientes mi lengua que te lameeres fruta de mi mesaestás quieto miras quieres ser miradosomos el pan las perdices y los vinosel comensal y el cocineropaladeamos todocontrarios al precepto que prohíbe derramar estrellasen la arenamanamos de los líquidos febrileshasta nuestras manos tibiasen las inglesy las caderas en reposo
Pero ruedan ya las lunas sordasy en la orilla los gatos se paseansopla el viento esta torrede pájaros dormidosdonde lluevedonde el fríodonde nada te sustituye con ventaja.

PACO URONDO, MÁS ALLÁ DEL MILITANTE
Karina Micheletto

La presentación de la edición de la poesía completa de Francisco “Paco” Urondo, el martes en el centro cultural que lleva su nombre, fue una oportunidad para acercarse a su obra desde el análisis académico, pero también desde el recuerdo de amigos. La mesa propuesta estaba integrada por el escritor y periodista Juan Sasturain, Susana Cella —quien realizó el prólogo de la edición—, Pablo Montanaro (biógrafo de Urondo), la investigadora Cecilia Eraso y el pintor Óscar “Oso” Smoje. Sobre el final se sumaron voces del público que agregaron visiones sobre el poeta, como la del músico Juan “Tata” Cedrón, que terminó recitando un poema inédito de Urondo.
“Qué lindo pibe que era Paco, por algo ganaba tanto”, arrancó Sasturain, en el lugar de coordinador de la mesa, mirando la tapa de la Obra poética: una foto en blanco y negro que muestra a un joven Urondo, realmente lindo. En la otra mano tenía una primera edición de Todos los poemas, editado por De la Flor en 1972. Oscar Smoje, sentado a su lado, fue quien hizo la tapa de aquella publicación. La mayoría de los expositores marcaron la dificultad de acceso a la obra de Urondo, escasamente reeditada y durante mucho tiempo ignorada por los programas de estudio de academia. Y, también, el grado de injusticia de cierta lectura simplista que redujo su obra a la de un “poeta de denuncia”.
“Suena raro escuchar lo que pensaban que era la poesía de Urondo”, destacó Sasturain, y señaló: “En los numerosos testimonios que recoge Pablo Montanaro en su biografía, se vislumbra el estupor ante el viraje que toma su vida cuando asume su militancia: ¿pero cómo, si éste era un jodón, un tipo pintón que tenía todas las minas? Parece no caber en ningún arquetipo. Y lo que son falsos son los arquetipos”. Montanaro completó esta idea: “Sobre Urondo pesaba una condena: era el exquisito poeta que se había vuelto revolucionario. En muchas de las entrevistas que hice para la biografía, cuando empezábamos a hablar de su militancia, el clima cambiaba. Gran parte de la cultura argentina se quedó sólo con esas sentencias y esa condena. Pero, en cuanto se lee su obra, la idea del Urondo que escribía sólo desde su lugar de batalla cae automáticamente, no se sostiene”.
El punto de partida de la exposición de la joven investigadora Cecila Eraso representó, tal vez, el de muchos de los lectores de Urondo de una generación: “En mi caso, la primera vez que supe de él no tuvo que ver con su poesía: ‘Paco Urondo’ era el nombre de una agrupación política de la facultad. De este modo, supe de él antes como militante que como poeta”, contó. En su análisis marcó que la preocupación política de Urondo nunca fue en detrimento de sus búsquedas literarias. “Más bien –destacó– esta preocupación culminó en una obra poética que sondea formas novedosas de hacer irrumpir lo político en el interior del poema: una obra que no se contenta ni con el sacrificio de la forma poética por la exaltación del contenido político, ni con el intenso formalismo en que devino la experimentación de las vanguardias.”
“La palabra ‘amigo’ adquiría un significado especial en la época en que trabajábamos juntos. Estaba ligada a la palabra ‘trabajo’”, recordó Oscar Smoje, compañero de Urondo en empresas como la del diario Noticias, y recordó “grandes tertulias” junto al poeta, como las que formaban en la casa de Juan Fresán junto a gente como Rodolfo Walsh o Juan Gelman: “Después de largas y acaloradas discusiones, siempre aparecía apaciguando Paco, llegaba y decía: ‘¿Por qué no nos vamos a pasear por la Costanera?”, rememoró Smoje.
“No estoy de acuerdo con que Paco haya estado oculto, en nuestra generación lo leímos mucho”, irrumpió, sobre el final, Tata Cedrón, con una gran sonrisa. “Quizás el problema es que ya no se lee más.” El artista –que ha musicalizado e interpretado a Urondo, entre tantos poetas argentinos– recordó algunos de los momentos compartidos con Urondo y Juan Gelman. Durante la presentación también se recordó que alguna vez Paco Urondo —quien durante un breve tiempo fue jefe del Departamento de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras— inauguró un centro cultural donde expuso obras como la de Oesterheld, en el mismo lugar donde se desarrolló la charla. La voz de Urondo recitando sus poemas, en una grabación casera, cerró la presentación de esta Obra poética cuya edición conmemoró los 30 años de la muerte del poeta, víctima de la represión de la última dictadura militar. En el prólogo, Susana Cella escribió: “Para Urondo era fundamental hallar la palabra justa, en tanto justeza y justicia, y el intento equivalía a encontrar un sentido que justificara la vida. Equivale a distinguir algo que en varios poemas menciona: lo que vale la pena”.
Página 12, Buenos Aires, 31
de agosto de 2006

GASTÓN BAQUERO, MAGIAS DE VERSO Y CULTURA
Luis Antonio de Villena

E
l autor cubano, humilde e íntimamente orgulloso de su rareza, era, con Cabrera Infante —uno poesía y prosa el otro—, un mito. Su pensamiento no tuvo fronteras y su obra es una riquísima mina custodiada por un fenomenal y mágico erudito
Gastón Baquero (1918-1997) era alto, simpático y mulato. Un gran hombretón cordial que cuando lo conocí (en los primeros años ochenta me lo presentó José Olivio Jiménez, otro exilado cubano) trataba de pasar desapercibido y se mostraba humilde e íntimamente orgulloso de su rareza, porque entonces no lo conocía casi nadie. Quién diría que ese señor sapientísimo, que trabajaba en Radio Exterior de España, había sido uno de los prohombres intelectuales de la Cuba de los años cincuenta, justo antes de la Revolución, senador de Batista y secretario de redacción de aquel importante periódico que fue el habanero Diario de la Marina.
Gastón Baquero nació en Banes (entonces provincia de Oriente) y siempre resultó chocante para algunos, en una sociedad aún oficialmente racista —ni el presidente Batista podía entrar al Jockey Club—, que un mulato pudiera alcanzar las cotas y los honores a los que llegó Gastón. En los años cuarenta (los principales de su escritura cubana) es un poeta vinculado con los mejores círculos poéticos de la isla: desde la revista Orígenes a Espuela de Plata. Por derecho y calidad es amigo y parigual de Eliseo Diego, de Virgilio Piñera y sobre todo de Lezama Lima, a quien Gastón admiró toda su vida. En esa época colabora ya en el Diario de la Marina con brillantes artículos literarios, que no sólo le muestran fervoroso seguidor de lo español (en el exilio o no) sino un amplio conocedor de la poesía y el pensamiento universales. Son los artículos de un humanista que era asimismo un gran poeta. En los cincuenta, sin embargo, la producción escrita de Baquero decrece algo (y parece que deja de escribir poesía) pues son los años del hombre ilustre y conservador, del refinado bon vivant que tiene chofer y cargos oficiales, y que continúa llevando su íntima homosexualidad con la discreción que siempre la llevó. Yo no tengo dudas, Gastón Baquero era un hombre de talante conservador (no un reaccionario) infinitamente liberal en la cultura y en la vida. Vi con él una gran exposición de Wifredo Lam en Madrid, en los primeros noventa, y recuerdo que se paró ante un espléndido lienzo y dijo: "Me alegro que esté aquí". Como yo le preguntara por qué o me quedase algo atónito, ese Gastón que raramente quería hablar de su pasado suntuoso me contestó: "Es que estuvo en mi casa de La Habana, sabes...". Cuando la Revolución de Castro triunfó y él estuvo y se manifestó naturalmente en contra, supo que el Che Guevara lo iba a citar en su despacho. Otro día me contó que sabía también que esa cita (que no llegó) hubiera sido su fin, así es que con lo puesto y protegido por tres embajadores —entre ellos el de España-, a mediados de marzo de 1959, Gastón Baquero, el intelectual poderoso, tomó un avión en La Habana rumbo a Madrid. Jamás regresaría.
El régimen franquista lo acoge bien y le busca empleo. Me cuentan que en sus primeros años de exilio madrileño (en que Gastón vuelve a la poesía, y con más brillantez aún que en la etapa cubana) seguía viviendo con hábitos de gran señor rico... Pero la intelectualidad antifranquista (que entonces era la intelectualidad española mejor) le vuelve la espalda en su casi totalidad, porque es un "gusano", un reaccionario huido del paraíso socialista que soñaba en Cuba... Casi solo o con amigos en el otro exilio de Miami, Gastón da un giro copernicano: se vuelve un hombre voluntariamente gris y modesto, lejos de cualquier pompa anterior, que gusta de los raros y marginados... Yo le conocí aún en ese tiempo. Si iba en tren (me contó, aquellos lentos trenes en que tanto se hablaba) se colocaba un cartelito en la chaqueta vieja que decía: "Soy mudo". Pero era ya el autor de Memorial de un testigo, un gran libro de la poesía del idioma, que Adonais editó en 1966 y que entonces pasó —natural al hilo de lo que cuento— casi por entero desapercibido. Dos amigos, aún jóvenes, José Olivio y Paco Brines, serían mucho tiempo los voceros (con poco eco inicial) de la maravilla deslumbrante de poesía y saber que era Gastón Baquero. Sólo cuando en 1984 se publica Magias e invenciones, su poesía prácticamente completa hasta el momento, los lectores y sobre todo algunos poetas jóvenes empiezan a llegar... Él casi ignora que aunque su nombre esté oficialmente silenciado en Cuba, para bastantes cubanos (como comprobé en 1993, y se lo conté y oí con él las grabaciones que para él me dieron) era, con Guillermo Cabrera Infante —uno poesía y prosa el otro— un mito vivo. Recuerdo cuánto le emocionó escuchar a aquellos incipientes poetas que lo veneraban...
A Gastón Baquero nunca le llegaron grandes reconocimientos (aunque se pidieron al final) y murió en una residencia de ancianos en las afueras de Madrid, porque en su vieja casa de Antonio Acuña, destartalada y atiborrada de libros, ya no podía valerse por sí mismo. Pero supo que era leído, publicó un nuevo libro de versos, Poemas invisibles, y alcanzó el reconocimiento de muchos, aunque menos de lo que hubiera merecido. Al final, era anticastrista, por supuesto, pero abogaba abiertamente por la unión cultural de las dos Cubas (la de dentro y la de fuera) con la generosidad y amplitud intelectual que siempre tuvo. Alberto Díaz-Díaz acaba de publicar una recopilación de sus artículos periodísticos de tema literario: Geografía literaria. 1945-1996. Su prólogo defiende con razón y ardor al sabio que fue Baquero, al brillantísimo humanista, pero aunque más de la mitad de los artículos provienen del Diario de la Marina, se le olvida decirnos si alguno (como creo) no fue ya recogido en volumen por el propio Gastón que aquí, y en la época de su más hondo olvido, en 1969, publicó un tomo de ensayos —artículos o conferencias— titulado Darío, Cernuda y otros temas, no siendo por supuesto el único volumen ensayístico del autor, aunque cayeran casi todos en vacío... Gastón no tuvo fronteras mentales, entre sus poetas mayores estaban Vallejo y Neruda, que siempre fueron comunistas. Y en la Residencia de Estudiantes —lo vi— abrazó a Eliseo Diego, con quien antes no se había saludado... Conocer la obra de Gastón (su poesía sobre todo) es entrar en una riquísima mina, custodiada por un fenomenal y mágico erudito.
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Gastón Baquero, Geografía literaria. 1945-1996: crónicas y ensayos. Ed. de Alberto Díaz-Díaz. Madrid, Huerga & Fierro. 2007.

Babelia, supl. de El País, 23 de febrero de 2008

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NOVEDADES

· Rubén Bonifaz Nuño, Luz que regresa. Antología. Sel. y pról. de Sandro Cohen. Madrid, Visor, 2007.

La poesía de Rubén Bonifaz Nuño —fértil, intensa, inquietante— no cabe fácilmente dentro de los parámetros de la poesía mexicana, latinoamericana o, incluso, en lengua española. Posee una riqueza de formas y contenidos de cuya existencia pocos sospechan hasta que se acercan a leerla con detenimiento. No se le puede aplicar ninguno de los motes que se han utilizado para calificar a sus contemporáneos o a quienes pertenecieron a generaciones inmediatamente anteriores: poeta de la inteligencia, poeta de la ciudad, poeta político, poeta del hombre común, poeta de la musicalidad, poeta formal, poeta hermético, poeta del amor... En casi cualquiera de sus 18 poemarios el lector puede hallar a cualquiera de estos poetas —o a varios simultáneamente— porque sería raro que Bonifaz Nuño explorase sólo un tema en un libro dado, y también sería raro que lo hiciese de la misma manera. (Fragmento del prólogo)
· Coral Bracho, Cuarto de hotel. México, Era, 2007

¿Qué cuarto? ¿Qué hotel? se preguntará el lector de este libro redondo y sugerente cuyos trazos sencillos y efectos complejos recuerdan las acuarelas que integran la blancura del papel para transmitir la sorpresa de la obra de arte. El cuarto es uno mismo; el cuarto es el mundo; es la memoria o la identidad; o es, en efecto, un cuarto de hotel, o de hospital; o un país. Sea cual sea la respuesta o la suma de respuestas, el libro es la alegoría de nuestra naturaleza pasajera y de la transitoria condición de un mundo reiteradamente bélico y en ruinas. Si un hombre es todos los hombres, si una mujer es todas las mujeres, entonces Cuarto de hotel es la historia del hombre. O la historia de su residencia en la tierra.
Y la historia la cuenta el inquilino, que nunca entiende bien en dónde está ni por qué está ahí; “historia” porque el temple enigmático de este libro sutil y poderoso, sus grandes y abiertas incógnitas permiten leerlo, casi, como una novela de misterios.
En este libro breve cabe todo, y quien quiera verlo se verá también a sí mismo en el espejo deformado de una percepción única en la poesía de nuestro tiempo. La obra de Coral Bracho ha seguido un itinerario singular y variadísimo con un timbre de voz reconocible y trasladado ya a muchas lenguas. Cuarto de hotel es un nuevo camino en esa búsqueda; otra estación en la obra cambiante de una de las mejores poetas mexicanas.

· Sandro Cohen, Desde el principio. Poesía reunida. Morelia, Jitanjáfora, 2007.

Editorial Jitanjáfora de Morelia acaba de publicar el volumen Desde el principio. Poesía reunida de Sandro Cohen, con un prólogo de Armando González Torres y, al final, un ensayo de autobiografía poética del autor. Los seis libros que en él vuelven a circular, y que desde hacía años eran imposibles de conseguir, son De noble origen desdichado, A pesar del Imperio, Autobiografía del infiel, Los cuerpos de la Furia, Línea de fuego y Corredor nocturno.

· Jorge Fernández Granados, Principio de incertidumbre. México, Era-Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de San Luis Potosí / Universidad de las Américas Puebla, 2007

El principio de incertidumbre es un término de Werner Heisenberg con el que se conoce en la física un atributo de la materia: a ciertos niveles subatómicos no es posible atestiguar ni medir un evento sin afectarlo por el mismo acto de la observación. La energía y la luz en esos niveles se comportan con una incertidumbre que no se puede superar. Si la forma última de la realidad es indeterminada e indeterminable en tanto estructura fiable, ¿no podría serlo también la forma de la poesía?
Esta nueva serie de poemas de Jorge Fernández Granados se desarrolla bajo este presupuesto con un verso indeterminado, un verso que no se limita a decir sólo en un sentido, sino que juega con las posibilidades que ofrece el sentido mismo dentro de él: un verso flexible, abierto, sin puntuación, en el que la variedad semántica se define por una decisión (acaso involuntaria) del observador/lector, que como en el átomo de Heinsenberg afecta lo observado con su mirada. El poema, así, depende del modo, de la velocidad, del momento de quien lo lee. Una forma sin forma en la que el lector deja su huella.
Pero Principio de incertidumbre es también la bitácora de un poeta en plenos poderes que alcanza con este libro un timbre de mayor alcance moral y de más alto vuelo estético. Su recorrido abarca desde una baraja de identidades –a manera de lotería de la idiosincrasia– hasta el desafiante territorio de la nostalgia, pasando por sucesos y fechas que ya son marcas (porque son heridas) generacionales. Todo ello cifrado en poemas de diversos registros que se dejan leer como si desgranaran naturalmente frente a los ojos su propia indefinición.
La obra de Jorge Fernández Granados es ya un fruto maduro y deslumbrante en el árbol de la poesía mexicana.

· Raúl Zurita, Las ciudades de agua. México, Era, 2007

Las voces que hablan en este libro de Raúl Zurita se turnan entre los vivos y los muertos. Al trenzarse, esas voces de aquí y de allá configuran una biografía íntima, filial, amorosa, punteada por el dolor y la pérdida; pero también esbozan la biografía pública de un país y los ríos de sangre que lo atraviesan. Ambas historias, la privada y la pública, se estampan en un contexto que es siempre fluvial: ríos, mares en movimiento, llanto, cielos líquidos. Y ambas coinciden en una persona llamada Raúl Zurita, chileno, que nos trae el pregón de esas aguas que lo han formado. Escrito con las entrañas, Las ciudades de agua es, no obstante, un libro que jamás se sale de cauce: el amor y el dolor se nos ofrecen en un formato uniforme y delimitado, en compactas dosis que están antes de la prosa pero después de la poesía.
Con esta entrega, el gran poeta que es Raúl Zurita continúa su deslumbrante empresa de nombrar, como por vez primera y con toda su crudeza, a las personas y a las cosas para que no se pierdan en el agua del olvido.

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